Un estudio reciente dice que la sociedad española está dejando de ir a los bares y pubs. La razón se encuentra en las plataformas de bufé libre que nos sirven todos los contenidos audiovisuales y esos servicios de mensajería que nos traen toda la comida rápida y poco cocinada con sólo marcar unas teclas. Una pena por todo lo que supone la hostelería para este país, no ya en términos económicos y de dinamización urbana y rural sino a nivel social. Los bares, como el vino en la cultura mediterránea, han articulado nuestras costumbre sociales y han definido lo que somos -bueno y malo- a lo largo de las épocas. Granada no se entiende sin sus bares, incluso hasta con sus modernos gastrobares, y en parte es lo que es por sus tabernas. Es por ello que en una época de regresión social en muchos aspectos como el abandono de algo tan sagrado como la tertulia del bar o el cariño de un barman, es de aplaudir que a la Diputación de Granada se la haya ocurrido que la mejor forma de combatir la despoblación es con bares y ayudas al empleo juvenil. Queremos bares en todos los lugares.

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