Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Barricadas de palomitas

Tontos no somos, desde luego, pero el poder siempre ha encontrado la manera de que aceptemos sus abusos

De madrugada, tras oír en Radio María al Obispo Munilla afirmar que el diablo nos chupa la idea de Dios del alma, me nublo y me pongo a pensar si el filósofo Umberto Eco llevaba razón cuando decía que las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar, tras un vaso de vino, sin dañar a la comunidad, a los que se callaba rápidamente, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Pero Munilla no es un imbécil, os lo aseguro, tiene una voz pastosa pero muy eufónica y no se trastabilla al hablar. Ni él ni sus congéneres han tenido que esperar a las redes sociales para divulgar sus diabluras. Púlpitos no les han faltado. Pero Eco a quienes llama idiotas es a los que les ha dado por soltar bobadas en la red. Desde luego la red no está hecha para la cátedra, ni para el sermón. Si para el regaño y la condena. El desahogo y la expansión. Creo que en cada época el poder ha encontrado armas de sumisión y consuelo para asegurarse la mansedumbre de los desdichados. Las rebeliones violentas y las guerras se han producido, más que nada, por hambrunas o por extravíos imperialistas, colonialistas y expansivos de caudillos y reyes que no disponían ni del fútbol ni de las procesiones ni de los gimnasios para dar salida a la poderosa energía física de la juventud, y le tenían que organizar guerras para que desfogara. Ahora, los tontos del internet nos quedamos descansando, después de cortarle la cabeza, de quemar virtualmente la efigie de un Borbón, o de cantarle las cuarenta a Sánchez y a su elenco de ministras o/y ministros. Durante siglos se consoló a los pobres a lo Jorge Manrique, haciéndoles ver que a la hora de la muerte, ricos y menesterosos somos iguales. Y que el buen Dios, en la otra vida, discriminaría positivamente a los desgraciados acercándolos a su trono y distanciando a los plutócratas. Hoy no hace falta, escribes en la red, apenas ha sido nombrado el nuevo Gobierno, que no piensas concederle los 100 días de cortesía habituales y que, decepcionado de la política y de los políticos, lo que le vas a otorgar son 100 días de sospecha vigilante. "A ver si este Sánchez cree que soy tonto", piensas. Y ahí queda todo. Después, a ver el España-Irán. Parapetado tras la crujiente barricada de un enorme paquete de palomitas.

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