Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Belén 'on the rocks'

NO tenía noticia de que existieran los belenes de hielo (belenes on the rocks) ni mucho menos que tales nacimientos polares equivalieran a una especie de performance para "fomentar la lucha contra el cambio climático". De hecho, desde que leí ayer las quejas de la Junta de Andalucía porque el Ayuntamiento de Granada no le había prestado ¡un enchufe! para refrigerar el belén, no he parado de darle vueltas a la imaginación tratando de adivinar qué aspecto tendrán tales retablos.

¿Será un belén tradicional pero montado dentro de un congelador? ¿Estará formado por figuritas parecidas a esos cubitos de hielo con las formas de Winnie the Pooh que se utilizan para refrescar las gaseosas en las fiestas infantiles? ¿Qué aspecto tendrá San José helado? ¿Como una estalagmita? ¿Será el Ángel del Señor la correspondiente estalactita? En mi larga memoria de navidades y epifanías no he hallado nada semejante. Lo más parecido que encuentro son los espejos con que imitábamos la escarcha y la harina finísima con que pintábamos los paisajes de nieve en los nacimientos de mi infancia. Pero helados, helados, los únicos que estábamos realmente helados en aquellos tiempos éramos nosotros, tiritando y haciendo sonar las panderetas frente al brasero de picón con su monda de naranja para aliviar el tufo.

Hay que reconocer, en cualquier caso, que el nuevo conflicto surgido entre la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada a costa del enchufe para el belén de hielo no sólo es respetuoso con las más sagradas tradiciones de la tierra sino con las más exigentes reivindicaciones ecologistas. Hay que aplaudir, pues, la perfecta conjunción de los dos componentes reunidos por la Junta para propagar la devoción por conceptos en apariencia tan antitéticos como la Navidad y el medio ambiente. ¡Con la zambomba contra el cambio climático, podríamos proclamar! No nos importa confesarlo: el Gobierno andaluz posee una habilidad portentosa para unir, como se suele decir, la tradición y la modernidad.

Es una pena, por tanto, que por culpa de un enchufe los granadinos seamos los únicos andaluces que no hemos tenido un belén de hielo. Y es una pena aún mayor que una polémica tan golosa no sobrepase el tiempo de la Navidad. ¿Se imaginan a los portavoces del PP y del PSOE disputando por su responsabilidad en el apagón del belén en los fríos de marzo, en las tardes de abril e incluso en los calores de julio? Un belén de hielo derretido es el que mejor simboliza la violencia del cambio climático.

Lo único que yo añadiría al nacimiento para las próximas navidades es una figurita que representase a Al Gore mirándose en el río o haciendo chorizos. Incluso valdría de caganer. ¡Ecología pura!

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