Benedicto XVI

Dejar que se marche en paz, en la tranquilidad de que va encontrarse con el Dios que siempre dio sentido a su vida

El silencio. Nadie sabe lo que es. Porque al final, cuando uno apenas logra acariciar la vida, cuando siente que llega el momento en que las hojas de tu espacio caen sin apenas divisar lo que entre líneas escribieron, cuando la lluvia emborrona y anega lo que creíste y enseñaste, cuando nada se acuerda de uno, todo se vuelve silencio. Y aunque uno reniegue de esa condición, aunque blasfeme porque todo tenga que acabar irremediablemente así, al final comprendemos que ese silencio, en el fondo, te hizo sentir paradójicamente vivo. Aunque no resten más hojas que arrancar de tu calendario.

Claro, no siempre se tiene la oportunidad de llegar al final siendo un expapa. Benedicto XVI lo ha sido. El 265 Papa de la Iglesia Católica. El Papa emérito, la decisión excepcional en la Historia de la Iglesia, el políglota, el pianista, el que tuvo el valor de decirle a Dios que, por favor, que no le hiciera esto; el que al final, como buen alemán, nunca dio su brazo a torcer y terminó como siempre quiso, alejado del Papado, de la Corte Vaticana. En silencio. Siempre en silencio.

Un 19 de Abril de 2005 aquel arzobispo de Munich fue nombrado Papa. Un 11 de febrero de 2013 anunció su renuncia al cargo. Alegó falta de fuerzas. "He llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan por más tiempo al ejercicio del ministerio. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro. Gracias por vuestra amistad y vuestro afecto. No soy más que el Sumo Pontífice de la Iglesia. A partir de las 20:00 horas, seré simplemente un peregrino que continúa su peregrinaje sobre la Tierra y afronta la etapa final. Gracias y buenas noches".

El silencio. Aquella tarde la guardia suiza que custodiaba el portón del Palacio fue relevada. Los postigos se cerraron. El fin de un pontificado y el comienzo de un hermoso silencio presidido por la oración y el cuidado para no ser imagen de nada, para nunca hablar más de lo debido, para no aparecer en la historia como testigo de ningún acontecimiento. El respeto por el Papa Francisco, por una Iglesia a la que defendió hasta el extremo de proponer su vida como ejemplo de máxima humildad. La vida que renuncia a todo, la que entrega su propia existencia, la que vive en el silencio. Y desde ahí, sólo eso, el silencio. El silencio. Y los días, que pasan.

"Una oración especial para el papa emérito Benedicto XVI, que en silencio está sosteniendo la Iglesia: recordadlo, está muy enfermo, pedimos al Señor que lo consuele y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final". Eso ha pedido el Papa Francisco. Estoy seguro que el cardenal Ratzinger habrá pedido también que sigamos en silencio, como si nada hubiera pasado. Y que dejemos que la vida se lo lleve en la misma paz con que siembre quiso habitar"

Un gran Papa. Un gran hombre. A nosotros los cristianos, sólo nos queda darle el mayor de los homenajes en que uno puede creer. Dejar que marche en paz, en la tranquilidad de que va a encontrarse con el Dios que siempre dio sentido a su vida. Y en silencio. Siempre en silencio.

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