El lanzador de cuchillos

Berlín

Bajo el lema '7 días, 7 lugares', la capital alemana celebra el 30 aniversario de la caída del Muro, una revolución pacífica

Berlín ha celebrado estos días el 30 aniversario de la caída del Muro, uno de los momentos más determinantes de la moderna historia europea.

Me cuenta mi hermana, que vive allí hace más de una década, que se han realizado más de doscientos eventos en distintos puntos emblemáticos de la ciudad, incluidas las iglesias donde se reunieron miembros de la resistencia al gobierno comunista de la RDA, y los edificios que alguna vez formaron parte del temido servicio de seguridad del régimen: la Stasi.

Bajo el lema '7 días, 7 lugares', ha habido conferencias, películas y exposiciones en los enclaves originales de la revolución pacífica (aquella fue revolución y fue pacífica, señor Torra) que desgarró el telón de acero.

Tuve la fortuna de poder estar presente en las celebraciones del 25 aniversario. Hacía un frío aterrador, pero más de un millón de berlineses se echaron a la calle para festejar la libertad recobrada un cuarto de siglo antes y volver a derribar, esta vez de manera simbólica, la vieja frontera.

Recuerdo en la emblemática Bernauer Strasse a un hombre joven abrazado a su hijo, tan solo un chiquillo, que no quitaba ojo de la pantalla gigante en la que se pasaban una y otra vez momentos icónicos de aquellos días que cambiaron el mundo. Como ese padre y su hijo, una multitud honraba la memoria colectiva de Berlín guardando un silencio sobrecogedor. Dice mi hermana que estos días se han repetido esas escenas.

Hace cinco años asistí emocionado al momento en que Gorbachov y Walesa subieron al escenario montado para la ocasión en la Puerta de Brandenburgo. También lo hizo Wowereit, el alcalde gay de Berlín, que recordó a los que lucharon hasta su último aliento para que Berlín se convirtiese en "una capital abierta y tolerante, orgullosa de su diversidad". Peter Gabriel homenajeó a Bowie y, para terminar, la Staatskapelle, dirigida por Daniel Barenboim, atacó la Oda a la alegría.

Este 9 de noviembre la canciller Merkel, en la Capilla de la Reconciliación, símbolo de la Berlín dividida, declaró que "el Muro de Berlín pertenece a la historia y nos enseña que ningún muro que deja fuera a la gente y restringe la libertad es tan alto o tan largo que no pueda franquearse". Después depositó una rosa en el lugar donde se pusieron los alambres de espino que convirtieron a una ciudad -Berlín Oriental- y a un país -la República Democrática Alemana- en el mayor campo de concentración de la historia. Sí, ese que echa de menos el próximo vicepresidente del gobierno español.

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