Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Bésame, rey mío

Existen cuatro zonas de proximidad en la interacción entre las personas: Íntima, Personal, Social y Pública

Si eres corpulento y ocupas mucho espacio, sufrirás menos agresiones que si eres pequeño y flaco. Si te persiguen los antidisturbios y te subes al tranco de una puerta, cruzas los brazos y los miras a la cara, sin desafío ni miedo, seguro que el porrazo se lo lleva el compañero que ha permanecido, asustado y con la cabeza gacha, en la acera. La proxémica es la disciplina que se ocupa de explicar estos hechos. Y, en general, las relaciones -de proximidad, de alejamiento, etc.- entre las personas y los objetos durante la interacción; las posturas adoptadas y la existencia o ausencia de contacto físico. La experiencia, aunque no hayas estudiado proxémica en el colegio, también ayuda a gestionar las distancias. El viejo que quiere recibir caricias y atención, mejor que se lave con frecuencia. Sobre todo aquellas partes del cuerpo que entran en contacto con el otro, en el abrazo o en el beso. Orejas, cuello y barba. No conviene coloniarse en exceso y, sobre todo, mezclar colonias, que esto repele. Si quiere el anciano que los niños -tan interesados en las personas mayores- se acerquen a él, deberá presentarse limpio e inodoro. Para la barba, con un poco de pomada de bergamota, basta. La proxémica reconoce cuatro distancias. La íntima: la del anciano del ejemplo anterior. La personal que es la del manifestante que se salva del golpe de la porra que tiene a medio metro de sus narices. La distancia social: cercana, de 1,25 m. a 2,10 m., que se da entre el que pide un préstamo al banco y el funcionario que estudia su expediente detrás de una mesa. Y la lejana, de 2,10 m. a 3,60 m., que es en la que se encuentran cómodas las parejas que vuelven del trabajo y se sientan a ver la tele o a leer, a 3 m. o más, el uno del otro. Por último, la distancia pública, que va de los 3,60 m. a los 7,50 m. o más, que es con la que jugaron los reyes, el día del funeral por la infanta Alicia de Borbón Palma. Era la primera vez en muchos meses que se veía al Rey con su hermana; no se acercó a ella, sólo le dedicó una mirada furtiva. Los Reyes Eméritos, por el contrario, se acercaron a la recién absuelta e invadieron su espacio íntimo en un acto público y protocolario, en el que cualquier gesto se llena de sentidos. Juan Carlos besó a su hija que se permitió frotarle la espalda, como cualquier protagonista de una serie televisiva hace con su padre anciano y achacoso. La reina Letizia en ningún momento abandonó la distancia pública, ni con sus cuñadas ni con el Santísimo, al que dedicó una leve reverencia. No nos consta que el Rey y su hija intercambiaran ninguna frase. Una vidente, engalanada, que asistió a la ceremonia, creyó leer en sus mentes estas expresiones: "Piojo resucitado" y "desagradecidos". Pero no ha podido averiguar a quién iban dirigidas estas palabras ni de qué mente salieron.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios