La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Bienvenido Mr. Jeque

Si hay un barrio que sintetiza la paradoja de éxito y fracaso en que vive Granada, no es otro que el Albaicín

Una razón más para que Vox añore la Reconquista. En el corazón de Al Andalus, en la "Perla del Islam", pero con el lenguaje de los nuevos tiempos -los ceros y unos que diluyen ahora los movimientos del capital- y superando incluso el poder seductor de los petrodólares con que los príncipes árabes han ido poblando desde los años 60 la Costa del Sol.

El emir de Qatar acaba de comprar uno de los enclaves más privilegiados del Albaicín: el Carmen de San Agustín. Carril de las Tomasas, número 2. Un "capricho" de 6.000 metros cuadrados y 17 millones de dólares con vistas espectaculares a la cara norte de la Alhambra, el Sacromonte, el Darro y la antigua Medina. Una 'insignificante' operación, como publicábamos esta semana en Granada Hoy, para quien está detrás del Paris Saint-Germain, los Almacenes Harrods, Al-Jazeera, Tifany o los estudios Miramax. Casi una anécdota para quien tiene negocios en toda Europa y Estados Unidos como guardián privilegiado de una de las bolsas más cotizadas del actual tablero de la geopolítica, el gas natural.

Siempre se ha dicho que cuando Estados Unidos estornuda, en el resto del mundo nos resfriamos. Y justo eso es lo que está ocurriendo en la verdadera guerra del nuevo milenio: la energía. ¿No se preguntan por qué cada vez miramos menos a Venezuela y más a Irán? ¿Seguro que la guerra al plástico no tiene más justificación que una contagiosa y creciente preocupación ecológica y medioambiental? ¿Han oído hablar del 'fracking' y del 'shale' gas?

Me cuenta un amigo empresario de la ciudad, uno de los pocos que ponen rostro al escaso "tejido industrial" de Granada y explican por qué nuestra provincia se ha puesto a la cabeza de Andalucía en ritmo exportador, que el "shale gas" permite ya extraer la energía y procesar todo tipo derivados (es el caso del polémico plástico) con un coste inferior al del petróleo de hasta el 50%. Son números; son negocios; es una cuestión de reservas, de oferta y de demanda; y son las razones que de verdad mueven a los mandatarios de la Casa Blanca en sus nada aleatorios viajes internacionales.

Desde el histórico barrio del Albaicín, Tamim Bin Hamad al-Thani tendrá la oportunidad de replicar la rivalidad entre qataríes y saudíes que se ha ido acrecentando en el Golfo Pérsico, precisamente por las disputas sobre la explotación de la gran bolsa de gas natural que hay en la zona, hasta las puertas mismas de Europa. Y, una vez más, con Granada y Málaga mirándose de reojo a los dos lados del espejo, profundizando en esa historia de competencia, oportunidades y agravios que tanto rédito da a nivel político y que tanto nos distrae en la barra del bar.

Dos años ha necesitado el emir de Qatar para llegar a un acuerdo con la familia propietaria del carmen, en manos desde los años 40 del ya fallecido fundador de Puleva, y poder convertirse de repente en un vecino ilustre del Albaicín, justo la parte de la historia más morbosa y que más titulares nos dará a partir de ahora. Cuando le cambie el nombre y lo reforme, cuando aparezca con su séquito y sus extravagancias y, sobre todo, cuando cree escuela. ¿Lo hará? Porque, a nivel local, el mayor interrogante que se abre ahora para Granada es si el 'enamoramiento' del jeque de la ciudad nazarí tendrá consecuencias. Sentimentales y reales más allá del vecino excéntrico que pueda un día pasearse por el Mirador de San Nicolás.

Si hay un barrio que sintetiza la paradoja de éxito y fracaso en que vive Granada, no es otro que el Albaicín. Todavía no hemos decidido si queremos convertirlo en un escenario de cartón piedra, símbolo global de la gentrificación, o transformarlo desde abajo como bandera de una ciudad capaz de superar sus contradicciones más complejas. Si queremos que coquetee con la Alhambra y con el casco histórico o queremos que le siga dando la espalda.

Demasiado para el jeque de Qatar; tal vez en el plano oficial pero no en el oficioso. No cuando las revoluciones más discretas y silenciosas son las que tienen más recorrido.

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