Crónica personal

Pilar / cernuda /

El tal Blázquez

DEBE ser bueno, ha logrado el apoyo masivo de los miembros de la Conferencia Episcopal, que además le conocen bien no sólo por ser arzobispo de Valladolid sino por haber presidido ya la Conferencia; debe ser bueno además porque cuando fue designado obispo de Bilbao desde el PNV se le señaló despectivamente al decir que habían nombrado a "un tal Blázquez" y sin embargo al poco tiempo pasó a ser "nuestro Blázquez"; aprendió euskera a velocidad de vértigo y se mimetizó tanto con su feligresía que el propio Aznar llegó a quejarse al nuncio porque en una pastoral del obispo vio excesiva condescendencia hacia el terrorismo etarra. Debe ser bueno porque todos los que le conocen destacan su humildad, su sentido de servicio a los demás, su impecable preparación teológica y su cercanía personal, que achacan entre otras razones a que es hijo de una familia numerosa de un pueblo de Ávila con escasos medios económicos y que subsistía gracias a las tareas agrícolas, a las que Ricardo Blázquez se dedicó, como sus hermanos, desde que era un niño.

Inicia su mandato al frente de la CE en una situación muy distinta a la anterior, cuando Zapatero se encontraba en Moncloa y Blázquez tuvo que negociar la financiación de la Iglesia y además suavizar la relaciones entre Gobierno y Vaticano, donde era creciente la disconformidad con las políticas sociales de Zapatero. Mariano Rajoy, sin embargo, mantendrá una actitud absolutamente respetuosa con la Iglesia, por propia convicción y por el partido al que pertenece. Pero monseñor Blázquez tendrá que moverse en aguas que todavía no conocen bien los obispos españoles: las del papa Francisco, que rompe moldes no sólo porque es el único Papa que convive con su antecesor, sino que ha llegado al Vaticano con una concepción muy distinta sobre la manera de ejercer el pontificado. No ha entrado en los dogmas, pero sí en las formas, que para el Vaticano en algunos aspectos son tan relevantes como los dogmas. El Papa Francisco marca un camino a los cardenales y obispos de todo el mundo, incluido el recién nombrado presidente de la Conferencia Episcopal española.

Finaliza el mandato de Rouco Varela, que se mantiene como arzobispo de Madrid -se dice por el Vaticano que podría ser sustituido por el arzobispo de Sevilla- y se inicia el de monseñor Blázquez, de muy distinto carácter, para afrontar los numerosos retos: la disminución de vocaciones, alejamiento de la mayoría de la juventud, el eterno debate sobre la enseñanza y, sobrevolando, los cánones en los que se mueve el Papa.

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