El lanzador de cuchillos

Brothers in arms

En materia de soltar delincuentes, la (doblemente) siniestra ha sido siempre muy proeuropea

El día que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tumbó la denominada Doctrina Parot, la izquierda ultra, siempre tan exigente con el cumplimiento estricto de las normas cuando de nuestro país se trata -con las satrapías latinoamericanas baja el listón de manera ostensible- lo celebró por todo lo alto. Las redes sociales fueron una fiesta. Como si la sentencia europea, en vez de poner en la calle a decenas de criminales que sumaban, entre todos, un centenar de víctimas, hubiera repartido entre los españoles más millones que el lotero de Sort.

Escondido tras la máscara de la virtud democrática, el fanatismo zurdo no podía disimular la alegría que le producía el hecho de que los terroristas de ETA saliesen a la calle habiendo cumplido, en algunos casos, apenas un dos por ciento de la pena que un tribunal español -que también estaba compuesto por jueces- les había impuesto. En materia de soltar delincuentes, la (doblemente) siniestra ha sido siempre muy proeuropea.

Alberto Garzón, el niño pijo del comunismo ortodoxo, al que se le aparece Chávez en el pajarito de Twitter, dejó en su cuenta el siguiente trino: "Buena noticia. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha reafirmado la condena a España por violar los derechos en la Doctrina Parot. Las leyes se han de redactar procurando basarse en la razón y en los derechos humanos, no en el odio, como se acostumbra en este país". Todos -Garzón el primero- sabíamos que no era el rigor jurídico de la resolución europea lo que provocaba su excitación tuitera. Como sabíamos que su respuesta habría sido muy distinta si el fallo hubiese afectado sólo a violadores y asesinos de mujeres. Pero la sentencia beneficiaba, sobre todo, a terroristas etarras y ahí, al comunista Garzón, perfectamente instalado en el sistema que dice combatir, le pudo el mito de la fraternidad entre luchadores libertarios. Garzón era-y es-perfectamente consciente de que ETA y su entorno político no han sido los últimos empecinados contra una dictadura que no existe, sino la obcecada vanguardia militarista que pretendía imponernos la próxima. Pero el garçon pretende ser demócrata y revolucionario, que viene a ser como aquella "madera de hierro" que proponían como ejemplo de contradicción intrínseca los lógicos medievales. Él y los principales dirigentes de la coalición en que diluyó su partido, como se ha vuelto a demostrar este fin de semana en la manifestación de Bilbao, han estado siempre más cerca de los presos de ETA -brothers in arms, a fin de cuentas- que de los asesinados por la banda. Muchos de los cuales eran, por cierto, jóvenes, andaluces y servidores del Estado. Como el flamante ministro.

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