Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Brutalidad emborrizada

C. Jung (1875-1961) pensaba que "el sentimentalismo es una superestructura asentada sobre la brutalidad". ¡Melodramático! ¿No?

Como Montaigne, pero en clase pobre, soy consciente de que el mundo referencial antiguo ha fenecido. El ensayista francés abandonó las referencias bíblicas y las sustituyó por las grecolatinas. Aplicadamente, veo muchas series de TV. Las uso como referente en lugar de La Celestina. Estoy enganchado a Madam Secretary, una serie casablanquera. Y esta duda me corroe: ¿se ruedan todas las series sobre la Casa Blanca en los mismos decorados, como las películas del oeste que se filmaban en un poblado fantasma de Tabernas? Pero lo que me turba es no saber si la secretaria de Estado, Elizabeth McCord, dirige una ONG o los asuntos exteriores de la potencia más poderosa de la tierra, como se subraya constantemente en la serie. Porque, entre ataques mortales con drones, ejecuciones selectivas sin juicio, espionaje y engaños, la protagonista atiende a los derechos de las mujeres en el mundo, evita un genocidio, salva a trescientos niños amenazados de muerte y envía generadores eléctricos a un campo de refugiados para que los quirófanos funcionen. Voy por la cuarta temporada y he perdido la cuenta de los coitos satisfactorios que los McCord han mantenido hasta ahora. De los besos que se dan, tras cualquier acción de exterminio o de salvación, ni me acuerdo. Sus altas funciones no les impiden asistir a las reuniones del AMPA de sus tres hijos o vigilar sus virginidades. La secretaria llora cuando coge en brazos al hijo recién nacido de unos de sus subordinados. El psiquiatra Jung (1875-1961) pensaba que "el sentimentalismo es una superestructura asentada sobre la brutalidad". La secretaria unta su brutalidad -para liderar el mundo hay que cortar algunas cabezas- con la jalea de los buenos sentimientos. Si coges una bomba atómica y, antes de tirarla, la enharinas con la idea de que "era la única forma de terminar con la guerra mundial"; la pasas por el huevo batido de "la Democracia" y, antes de freír con ella a 600.000 criaturas, la emborrizas en sentimentalismo, bautizando al avión que lleva la bomba con el nombre de la mamá del piloto, elaboras una fritanga pestilente que sirves en tu mesa sin regomello alguno. En esa línea, la secretaria, después de hacerle un pastel de carne a la familia, se va al gabinete de crisis de la Casablanca y aprieta un botón. ¡Al suelo, acaso usted sea el destinatario!

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