Durante la crisis económica del 2008 hubo una palabra que se puso de moda, recuerden ustedes aquello de la burbuja inmobiliaria de las hipotecas americanas que al colapsar provocó un efecto en cadena sobre toda la economía mundial. En realidad, en nuestro país, y en sus 17 autonomías y dos ciudades autónomas, lo de la burbuja ya era conocido por el continuo crecimiento de los precios de la vivienda, por tanto el riesgo era conocido pero asumido por todos y todas.

Ahora el vocablo burbuja se aplica a las escuelas, a las aulas o a cualquier otro espacio al que se le quiere dar el significado de "habitáculo hermético y aislado del exterior", que es lo que indica el diccionario de la Real Academia Española sobre esta palabra. Entiendo que se hace en forma más o menos figurada, pues la escuela no puede aislarse del entorno que la rodea, solo faltaría que las escuelas fueran internados de seminaristas; la progresía gobernante no lo toleraría, por supuesto. ¿No podríamos hablar de escuelas o aulas seguras? Quizás lo de seguridad suene a control, a rigor, a autoridad, en definitiva a poder ejercido y por ello no guste a esos poderes. El mejor control es aquel que no lo parece.

En todo caso, a mí la palabra burbuja me gusta. Es una onomatopeya que casi suena parecida en los otros idiomas co-oficiales del estado y sus autonomías (burbulla, bombolla, burbuila) o en otros idiomas de nuestro entorno (bubble, bulle, bolla, bolha), por lo que los turistas que se atrevan a volver a nuestras playas y montañas podrán entender perfectamente que aquí tenemos burbujas seguras, es decir que burbujeamos muy bien. De hecho el burbujeo del turismo, con perdón, es (o era) la primera industria nacional.

La acción de burbujear es un acto que los humanos realizamos muy a menudo, aunque sea en modo figurado; es decir construimos glóbulos de aire (o castillos) que ascienden y ascienden hasta que cumplen con la característica de toda burbuja. Y entonces, las burbujas o los castillos en el aire se desvanecen. Algo así nos ha pasado con el verano. Lo hemos inflado de esperanzas de recuperación económica, de protocolos seguros para volver a todos los sitios y de ayudas económicas a todos, todas y para todo. Este verano no hemos parado de insuflar esperanzas y expectativas a muchas burbujas. Siempre los hay aguafiestas que nos empeñamos en recordar que el otoño está próximo y que las burbujas explotan. Vale.

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