Calle Duquesa, imperante Franco

Nadie nos dijo que el autor de aquellos versos había estado detenido allí al lado, cruzando la calle

Cuando sacaron ayer a Franco del Valle de los Caídos me acordé de cuando lo pusieron allí. En mi colegio se suspendieron las clases y a la vuelta nos entregaron dos cartelitos, uno con su último mensaje y otro con el primero del rey.

Mi colegio estaba en la calle Duquesa. En un alarde de imaginación lo habían llamado Colegio Nacional Duquesa. Desde el aula veíamos el edificio de enfrente, ya entonces parte de la Facultad de Derecho. Sobre la fachada universitaria, una placa casi ilegible (por el polvo, por la altura y por estar escrita en latín), afirmaba que aquel edificio lo había inaugurado, "imperante Franco", el ministro de Educación Nacional, Ruiz-Giménez, en 1955.

A veces, al salir de clase, visitaba a mis abuelos, que vivían en Laurel de las Tablas, o acompañaba a un compañero hasta su casa en la calle Angulo. Entonces, sin saberlo, me cruzaba con el fantasma de Federico García Lorca y los siniestros espectros que lo arrastraban desde la casa de los Rosales hasta el Gobierno Civil. Este se había derribado en los años cuarenta para levantar en su lugar el edificio inaugurado por Ruiz-Giménez, así que los fantasmas no podían encontrarlo. Una placa les habría orientado, pero solo estaba (y sigue estando) la escrita en latín. Tampoco había placa alguna que recordara la detención de Lorca en la Calle Angulo. Así pues, los fantasmas llevaban años recorriendo la calle Duquesa sin saber dónde meterse; y así siguen.

Como los fantasmas eran invisibles y no había placas que informaran, en clase nada sabíamos del asesinato de Lorca. A veces leíamos poemas suyos, pero nadie nos dijo que el autor de aquellos versos había estado detenido allí al lado, cruzando la calle.

El Colegio Nacional Duquesa ya no existe: sus vigas no resistieron el peso del baby boom y nos desalojaron a mitad de curso, poco después de que muriera Franco. Ahora el inmueble alberga viviendas. Ha pasado mucho tiempo, y más ha pasado desde el verano del 36. Ha habido tiempo para que Franco imperara durante cuatro décadas, para que lo enterraran y lo hayan desenterrado. Pero ningún Ayuntamiento de la democracia ha tenido tiempo para rotular la casa de la que sacaron a Lorca ni el lugar donde tantas personas fueron retenidas y torturadas. Los fantasmas siguen dando vueltas por la calle Duquesa; los niños se siguen cruzando con ellos sin verlos. Siguen siendo, como éramos nosotros, niños y niñas sin memoria.

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