Calle Primavera

Las autoridades prefieren inaugurar infraestructuras a cuidar las existentes

El otro día la pantalla de mi ordenador estaba ocupada por dos noticias. A la derecha, el titular de un periódico rezaba: "las instituciones descartan incrementar la dotación de personal en el Centro Lorca"; debajo se añadía que el presupuesto para actividades del centro se ha reducido de 312000 a 200000 euros. El periódico de la mitad izquierda contaba el hallazgo de cinco esqueletos en las excavaciones de la Villa Romana de la calle Primavera.

Esta segunda noticia venía ilustrada con la calavera de uno de aquellos zaidineros romanos. Por abreviar, lo llamaré Caecilius (o Cecilio). De Cecilio sorprende la enorme separación entre sus mandíbulas superior e inferior. Esto no sé a qué se debe, pero la impresión es que Cecilio se ríe a mandíbula batiente. Como mira hacia su izquierda, parecía reírse de la noticia de la derecha, la relativa a las penurias del Centro Lorca. La risa por un tema tan serio es impropia de la gravitas romana, pero no de la malafollá granadina, y en Cecilio conviven ambas.

Cecilio llevará mil ochocientos años sorprendiéndose con las cosas de Granada. Quizá escuchara el otro día a Miguel Berbel, director del Museo Cuevas del Sacromonte, explicarnos a unos amigos que los miradores que se acondicionaron en el Cerro de San Miguel desaparecen sin que nadie intervenga y que las placas con poemas que ornaban el camino del Avellano caen víctimas del vandalismo y la desidia. Las autoridades prefieren inaugurar infraestructuras a cuidar las existentes, prefieren fotografiarse ante edificios nuevos a dotarlos de presupuesto y personal. De esta forma, centros como el García Lorca, que costó unos 20 millones de euros, corren el peligro de convertirse en vistosos cascarones, vacíos como el cráneo de Cecilio.

Cecilio aguza el oído pero no oye nada sobre fondos para restaurar el entorno del Sacromonte o sacarle más partido al Centro Lorca. Sí oye hablar, en cambio, de levantar un fabuloso teatro donde representar ópera. ¿Habrá dinero para traer tenores y sopranos a ese teatro o acabará acogiendo certámenes de rondallas?

Los primeros restos romanos de la calle Primavera se encontraron en 1988. A Cecilio, sin embargo, no lo han encontrado hasta ahora porque el dinero para excavar ha llegado con cuentagotas. Mientras, a los primaveras locales nos han seguido encandilando con grandes proyectos fallidos. Primaveras somos: la ciudad entera bien podría llamarse como la calle donde Cecilio se parte de risa.

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