Calle La Reja

Granada tiene razones para quejarse del gobierno de Sevilla y Andalucía las tiene para quejarse del de Madrid.

En la calle La Reja no vive nadie. Es una de las calles que forman la inhóspita parrilla de cemento y matojos que una semana al año se transforma en animado Ferial. La calle se llama así por un baile que gusta mucho a los impulsores de la Región de Granada, pues lo consideran exponente máximo de las tradiciones locales. La tradición es más bien reciente -la Reja es un tanguillo compuesto en 1943-, pero los de la Región desdeñan como en otros casos la Historia y actúan como si la Reja -un baile mucho mejor, según ellos, que las intrusas sevillanas- ya la bailara el Hombre de Orce.

Tuvimos razones para manifestarnos contra el intento de llevarse de Granada parte del TSJA. Tenemos razones para desconfiar de los planes de la Junta sobre el Parque de las Ciencias o la Escuela Andaluza de Salud Pública y para reclamar al gobierno la llegada del Corredor Mediterráneo. El concejal Antonio Cambril tiene razón cuando se queja de lo mal que ha tratado la Junta a nuestra ciudad, antes con el PSOE y ahora con el trifachito, escatimando infraestructuras vitales y concentrando recursos en Sevilla. También tenía razón cuando pedía en campaña que se trasladara aquí alguna consejería. Incluso sería sensato repartir ministerios y organismos oficiales entre ciudades medianas y pequeñas, para alivio circulatorio y respiratorio de los madrileños y por la supervivencia de la España vaciada: el atavismo de concentrar los entes del Estado en una sola ciudad no tiene sentido en la era del correo electrónico.

Granada tiene razones para quejarse del gobierno de Sevilla y Andalucía las tiene para quejarse del gobierno de Madrid. También el Distrito Norte tiene razones para quejarse de su abandono por parte del Ayuntamiento. Pero parece tan excesivo reclamar la independencia de la nación andaluza como gritar "Granada sí, Sevilla no": es metafísicamente posible pedir lo que es justo sin convertirse en nacionalista califal o en regionalista malafollá.

Como medida preventiva de la deriva regionalista propongo que los de la Región de Granada vayan a bailar todas las tardes a la calle La Reja, "dale que dale que dale", hasta que se harten. Quizá después de algunas semanas les apetezca bailar jotas, polcas, hasta sevillanas, y descubran que no es incompatible ser granadinos y andaluces. Es un experimento algo extravagante pero no creo que resulte molesto, ya que en la calle La Reja no vive nadie.

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