Callejón Niño del rollo

¿Por qué el autor de estas columnas eligió tan macabra expresión como título de su sección?

Las familias que hablan todo el tiempo de política terminan mal. Así que la directora de este periódico me ha concedido dos meses de vacaciones. Dejo, pues, de escribir columnas políticas en julio y agosto. Se lo agradezco de corazón: todos necesitamos un descanso. Para que el tránsito no sea abrupto hoy tampoco hablaré de política. Contaré el origen del nombre de una calle, pero sin la moraleja habitual. Además plantearé una adivinanza, a modo de juego veraniego.

El callejón Niño del Rollo comunica la cuesta del Realejo con Torres Bermejas. El nombre se debe a que en esa zona se ubicó la picota de Granada. La picota consistía en una columna rematada por una bola de piedra y dos aspas de hierro con ganchos en sus extremos. De estos ganchos colgaban, para general escarmiento, los miembros envueltos en trapos de los condenados a la amputación de alguno de ellos. La visión combinada de la columna, la bola y los trapos recordaba a un niño envuelto en pañales. De ahí el nombre, engañosamente alegre, de "niño del rollo" con el que se conocía la picota.

Ahora bien: ¿por qué el autor de estas columnas eligió tan macabra expresión como título de su sección? Hay tres opciones. También vale decir "las tres son correctas" y "las tres son falsas". Entre los acertantes sortearé una foto digital del alcalde, Nuestro Salvador. Las opciones son:

1) El autor es un sádico. Le gustaría colgar de la picota, enteros o troceados, a ciertos personajes; pero se ha de conformar con llevarlos a la picota literaria.

2) El autor es un defensor de la libertad y quiere celebrar que puede escribir sin temor de ser condenado a la picota.

3) El autor es vanidoso. Siempre quiso que una calle llevara su nombre y tiene dos formas de conseguirlo: a) hacer méritos ante el Ayuntamiento; b) adoptar el nombre de una calle existente. La opción a) es inviable, dada la propensión del autor a meterse con Nuestro Salvador. Consecuencias de optar por b): cuando alguna tataranieta pregunte por qué la calle mencionada se llama así su mamá podrá responder: "Por tu tatarabuelo Javier, que escribía en el periódico". Esta historia es, ay, falsa, pero no es el primer rollo que contamos a los niños. Es criticable asustarles con el Bute, pero no lo es hablarles de los Reyes Magos y de la sociedad sin clases. Ya se enterarán de que no existen. Mientras, que disfruten un poco.

¡Hasta septiembre!

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