A lo mejor es demasiado optimista considerar que estamos ante un cambio de época en la política española tal como dijo ayer Pedro Sánchez en su rueda de prensa en el Palacio de la Moncloa. El tiempo dará y quitará razones. Yo personalmente si comparto con Sánchez que estamos en una época en los que los registros de actuación en la política son muy diferentes a los habituales.

Hace apenas dos meses, en España gobernaba Rajoy y hoy gobierna Pedro Sánchez; además, en el puesto de Rajoy en el PP está Pablo Casado. Y hace dos meses eso era impensable.

Siendo cierto que cuenta con poco más 80 diputados, creo que Sánchez es el político que mejor está sabiendo leer cuales son las claves políticas del nuevo tiempo que vivimos desde hace algunos años.

Por lo pronto, encauzar el conflicto político con Cataluña a una mesa institucional de diálogo (como ha sido la reunión de esta semana de la Comisión bilateral), o cambiar algunas medidas restrictivas para el estado de Bienestar (como hacer universal la sanidad para los españoles y resto de personas por razón de ciudadanía), o encauzar un diálogo social para la modificación de la reforma laboral o plantear una política específica frente a la pobreza infantil, son asuntos de una enorme trascendencia entre otros muchos abordados en estos dos meses.

En política todo es discutible y opinable, pero el gran cambio que se ha operado, y que no es muy discutible, se refiere a que ante las medidas que pretenden hacer posible que la mejora económica del país beneficie a la gente con más necesidades (y además, permita levantar paulatinamente los recortes realizados desde 2012), quien no las apoye en las Cortes Generales tendrá que explicarle a la ciudadanía su negativa y en su caso, el bloqueo a esos beneficios.

Llevo un tiempo señalando mi convicción de que más que nunca, en estos momentos, los ciudadanos y ciudadanas están escrutando la actuación política de todos y cada uno de los partidos políticos y de sus líderes. Las próximas elecciones generales creo que se están jugando hoy, si por hoy entendemos este tiempo. Y no sólo se la están jugando quienes gobernamos sino que, más que nunca, quienes están en la oposición.

Si algo caracteriza el tiempo actual de la política es que la ciudadanía no acepta que la economía vaya mejor para los de arriba y peor o igual para los de abajo. Por eso, pretender enturbiar la política gubernamental con mentiras ligadas al llamado efecto llamada a la inmigración o a cuestiones como el acercamiento de los presos de ETA o la confrontación con Cataluña, es una actitud miope, equivocado y perjudicial para la convivencia. Además, tendrá nula rentabilidad electoral. Quizás sea mejor arrimar el hombro con críticas constructivas y basadas en propuestas orientadas al interés general.

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