Cuchillo sin filo

francisco Correal

Caminito

ULTIMAS tardes con Teresa. En esta primera semana sin mi madre, María murió, Maruja vive, pienso en el título de la novela de Juan Marsé. Ella se leyó La muchacha de las bragas de oro, como todos los premios Planeta, en una edición del Círculo de Lectores que heredó de mi padre. A Muñoz Molina le comenté en broma que mi madre tuvo la paciencia de leerse hasta El jinete polaco. Llevo cuarenta años firmando en los periódicos con el nombre de mi padre y me he quedado sin mi primera lectora. Los que la conocieron saben que hay una parte de ella que leerá estas letras con el mismo entusiasmo con el que leyó y recortó mi primera colaboración en el diario Lanza de Ciudad Real, su patria y la mía.

En el hospital Clínico de Málaga vivió sus últimas tardes con Teresa. Nunca olvidaré a su compañera de habitación. Nació el 1 de febrero de 1931 en El Burgo. Vivía en una pedanía entre Álora y Ardales, trocha de bandoleros a la que todos los días iba a verla Agustín, su prometido, en su caballo colorao, muy cerca del Caminito del Rey. Me lo contó su hija Maribel, que le cogió a mi madre el mismo afecto que yo le cogí a la suya. Teresa de los Pollos, como la conocían en su pueblo, apodo derivado de una tienda para el desavío en la que lo mismo despachaban grano para los animales que billetes de avión a los muchos emigrantes de la serranía malagueña que viajaban al extranjero.

El nieto de Teresa se llama Rubén. A sus 27 años, ya es cirujano en un hospital de Córdoba y participó en el último trasplante de una parte de hígado de una abuela a su nieto. Un médico de cabecera de primera con el que en todo momento contamos los cinco hijos de Maruja. El miércoles tengo que felicitar a Rosa Regàs. Cumple 82 años, la edad a la que falleció mi madre. Como ella, también ha tenido cinco hijos. Guardo como oro en paño la hermosísima dedicatoria que me hizo de sus memorias de adolescencia. Quiso el destino que la entrevista que le hice saliera el mismo día de Todos los Santos que murió mi madre. Dos días después, tras celebrar el funeral, en el buzón de casa encontramos sus memorias de infancia, un libro titulado Entre el sentido común y el desvarío que la escritora barcelonesa dedica a sus nietos. Mi madre deja diez y también se leería La sonrisa de Dorotea con el que su compañera de quinta del 33 y de quinteto ganó el premio Planeta del 2001.

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