Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

'Camino'

CAMINO. Así se llama la última película de Javier Fesser, que aún se exhibe en los cines españoles y, por suerte (algo que no siempre sucede), también en los granadinos. Espléndida película que, no entiendo muy bien por qué, no ha sido elegida para representar a España en los Oscars. En su lugar, los académicos de la Academia Española de Cine han dado su voto a Los girasoles ciegos, película sin duda interesante, pero menor.

Rodeada de polémica ha llegado Camino a las pantallas. Tanta polémica que, en casi todos los medios de comunicación, más que de la película en sí, se ha hablado de su argumento, de si la historia que se cuenta es fiel o no a la historia real en la que se inspira (sólo se inspira) la película. Como si Fesser hubiera rodado no una película de ficción sino un documental.

Una se pregunta qué es lo que no ha gustado de Camino o por qué su perfecta mezcla de belleza y horror, emoción y dominio técnico, ha resultado insuficiente para los académicos del cine español, para lo medios, para buena parte de la crítica. La respuesta es compleja. O tal vez muy simple. Además de bella, emocionante, exquisita, Camino es una película atrevida, políticamente incorrecta. No habla de lo que pasó en la España de hace 70 años (algo de lo que, a estas alturas, es fácil hablar), sino de lo que ocurre en la España de hoy. No de los curas, o cuasi curas, convertidos en delatores en la España de la postguerra; sino de los sacerdotes y creyentes de la España de 2000, miembros del Opus Dei.

El retrato del Opus Dei que ofrece la película es pavoroso, demoledor. Pero no porque el director se proponga hacer una denuncia. No. Precisamente lo es porque no lo pretende, porque se limita a exponer con frialdad, con minuciosidad, el funcionamiento de esa organización, sus modos operandi, su filosofía. La denuncia viene por añadidura. En última instancia, el retrato sirve no sólo al Opus Dei, sino a todos esos pensamientos (es un decir) que pretenden despojar a los individuos (aunque parezca paradójico) de su individualidad, de su ser más íntimo, de su libertad.

Pero Camino es más que eso. Es una película sobre el amor y sobre la fe (una fe que tiene un nombre propio, singular, íntimo, ese que cada uno quiera darle). Una película sobre cómo las palabras, más que universales, son personales, y cómo al decir Amor, La Obra, Jesús, se puede estar diciendo, en realidad, otra cosa. Sobre cómo, en fin, el deseo, la imaginación, la fantasía, los sueños, pueden hacernos libres aún en medio de la muerte y el fanatismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios