El lanzador de cuchillos

Campeones

Los chicos les dan las gracias por su sensibilidad, se interesan por interioridades del rodaje y les piden una segunda parte

Los veo llegar con esa alegría ruidosa de los chicos que van a la fiesta de fin de curso. Se saludan efusivamente, besan a sus monitoras, hacen fotos a los compañeros de butaca. Se muestran expansivos, tocones, afectuosos. Están felices y acelerados. Van a conocer a Luis y a Javi, el productor y el director que les han hecho un retrato del que se sienten orgullosos: por primera vez, el cine no los trata con el paternalismo habitual, que les resulta tan irritante. Además, han preparado preguntas para ellos y algunos, después de echar un vistazo al aula, donde no cabe un alfiler, se abstraen en sus asientos leyendo con atención el papelito en el que las tienen anotadas. Cuando los cineastas hacen acto de presencia los reciben con un aplauso espontáneo y sonoro. Muchos vienen acompañados de sus padres. Están también excitados; es una tarde grande para sus hijos, aunque no es difícil imaginar el nudo en el pecho el día que nacieron, cuando el médico se los llevó aparte para darles una terrible noticia. La vida les cambió en un instante. Después aprendieron a verlos crecer despacio: la cabeza pequeña, la mirada oriental, la naricita chata. O quizá fue a los pocos años, cuando acudieron al pediatra porque el niño se mostraba retraído, obsesivo y no respondía cuando lo llamaban. Down, Asperger, Rett. Apellidos extranjeros para nombrar la zozobra y el desconsuelo. Al principio les costó entender que les hubiese tocado a ellos, pero hace ya tiempo que lo consideran un privilegio.

Todos, padres, hijos y monitores, escuchan atentamente a Javi, el director, que reconoce que se embarcó en el proyecto con la idea de que "todos somos iguales, pero en las semanas que duró el rodaje aprendí que, en realidad, somos maravillosamente diferentes".

Luis, el productor, relata cómo una chica down que no superó el casting le tiraba los tejos con gracia, y cuando él quiso ser gentil con ella, le respondió muy digna que no le tutease, anécdota que dio lugar a una de las escenas más hilarantes de la película.

Los chicos les dan las gracias por su sensibilidad, se interesan por interioridades del rodaje y les piden una segunda parte; una señora que ha venido desde Almería dice que la película es un regalo para los que llevan toda la vida trabajando en romper estereotipos.

Casi al final, un chico deja en el aire la pregunta definitiva: "Sr.Fesser, ¿usted cree que ganar lo es todo?". El director le contesta que precisamente ha hecho esta película para mostrar la belleza de quedar segundos. El acto se cierra con una ovación de un minuto y salgo del paraninfo, como salí del cine, un poquito mejor de lo que entré.

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