QUIEN domina el campo de juego gana la partida. Así es en el deporte, como cualquiera puede verificar en el Mundial de fútbol que durante estos días tiene lugar. Y desde el fervor en torno a los avatares de nuestra selección pueden valorarse sus resultados a la luz de ese principio. Por lo demás, dado que todo deporte es una sublimación cultural de la competición entre humanos en otros terrenos de la vida, incluso los del conflicto y la guerra, puede decirse que gana en todos quien controla el espacio de los antagonismos. El deporte rey, que por su espectacularidad es de difusión universal, nos brinda a su vez metáforas inagotables con las que abordamos las confrontaciones no deportivas. En ese trasiego entre deporte y vida podemos acordarnos de Ortega y su "origen deportivo del Estado". Quizá sea bueno un rodeo por él con la esperanza de que sirva para abordar los acontecimientos.
¿Qué está pasando en nuestra realidad política, con su actualidad de crisis? No hablaremos del nietzscheano eterno retorno, pero sí de la vuelta de la derecha neoliberal para campar por sus fueros desde la UE hasta el G-20. Aparcadas la retórica de la refundación del capitalismo y las bienintencionadas propuestas de regulación de los mercados financieros, la consigna es tranquilizarlos: implica reconocimiento claudicante de dónde está el poder. Los gobiernos gestionan. Por eso es difícil decir a la opinión pública por qué se producen los giros que se dan, por más que, acomodándose a las circunstancias, se quieran salvar las convicciones. Duro momento para éstas, si de la izquierda se trata, cuando se impone una suerte de neofreudiano principio de realidad. ¿La socialdemocracia, de tan reprimida, podrá volver a reencontrarse?
El problema con los giros, desde los estímulos fiscales al ajuste duro, desde la prioridad del empleo a la obsesión por el déficit, desde las políticas sociales a recortes innegociables, es que al final no se sabe a dónde se apunta -acaba tirándose a propia puerta-. Una vez que el adversario nos arrincona, se busca en falso ganar queriendo adoptar su lenguaje y su estrategia. Para entonces ya se juega en campo que domina el contrario. Y cuando éste impone su marco de referencia -en ello insiste el comunicólogo George Lakoff, quien ha vuelto a recordarlo en el ámbito socialista de la Fundación Ideas-, mal se pone la cosa para salir airosos. Imagino que el presidente Zapatero lo sabe. No estoy seguro de que por estas tierras granadinas lo sepan quienes desde hace mucho juegan en un campo que pinta y repinta la derecha, aunque esté disimulado tras el graderío de una caja de ahorros.
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