El viejo eslogan de Canal Sur siempre me trae a la memoria dos títulos cumbre del cine de mafiosos: Uno de los nuestros y El precio del poder. El sentido de posesión gubernamental y la certeza de que controlando los medios es más fácil perpetuarse en el poder, no es ninguna novedad en la política. Y no es algo de lo que únicamente adolezca nuestra televisión autonómica. Desde que el franquismo inauguró TVE en el madrileño Paseo de La Habana -con la bendición de los estudios, un mensaje del ministro Arias Salgado y la actuación de los Coros y Danzas-, la historia de la televisión pública española ha sido una oda constante y permanente al gobierno de turno. Y ha sido ese mismo poder el que ha influido en la sociedad desde la pequeña pantalla y no esta la que ha hecho lo posible por trasladar el sentir de la calle a los despachos enmoquetados.
Cada Canal Sur ha sido el caro juguete del partido de gobierno de toda Comunidad Autónoma que se precie. Que un presidente autonómico, que rige una población equivalente a la de un barrio -o a la de dos manzanas- de Nueva York, sienta el vértigo de dirigirse -cual Papa de Roma- a la ciudad y al mundo cada Fin de Año, nos lleva costando un potosí desde que a Jordi Pujol le nombraron Español del Año. Lo que cambian las cosas. Canal Sur fue, desde siempre, uno de los vehículos con los que el PSOE quiso mantenerse en San Telmo. Igual que el PP o los nacionalistas en otros lugares. Y no les ha ido mal, para qué nos vamos a engañar. Con lo que no contaban es con que el mundo iría a su aire y que cualquiera iba a poder recibir en casa centenares de canales. Unos, ofrecidos por las distintas plataformas y otros, de acceso directo a través de la red. Cuando los andaluces descubrieron que hay lugares en los que no se vive cantando copla; ni hay agrupaciones carnavalescas entonando cuplés y pasodobles, desde el orto hasta el ocaso; ni ferias y romerías populares cada domingo, dejaron agonizar a la Nuestra entre coplas, palmas y alegría. Y es que ahí fuera hay todo un mundo de luz y de color. Otras luces y otros colores. Quizá menos brillantes unas y más oscuros los otros. Pero distintos. Y de libre elección.
Duro trabajo tiene el nuevo Consejo de Administración de la RTVA. Por una parte porque les han legado un solar y por otra, porque bastantes de ellos, lo único que realmente saben de la televisión es como cambiar las pilas del mando a distancia.
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