Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Candel batalla en Sevilla

Candel prescribe un tratamiento imposible: la dimisión de todo un aparato político que sólo caerá en las urnas

La primera víctima de la marcha celebrada el domingo en Sevilla en defensa de la sanidad pública ha sido la verdad. Jesús Candel pecó de ingenuo, cometió un error: el de desplazarse para disputar el encuentro en campo contrario. Aún así logró una victoria holgada que los palmeros oficiales tratan de convertir en derrota. La Policía, que suele aumentar o reducir el número de asistentes a las concentraciones en función de si benefician o perjudican al partido que ocupa el poder y le paga, calculó diez mil personas, en tanto que los organizadores elevan la cifra hasta 50.000. Yo confío en lo que vieron mis ojos. Y mis ojos vieron una jartá, la misma que contemplaron los redactores sevillanos del Grupo Joly. Los compañeros abrían su información hablando de una "multitudinaria manifestación" y confirmaban, mediado el texto, que se había producido una "masiva respuesta popular".

La propaganda oficial no puede acallar los gritos causados por la gastritis, la esclerosis, la cefalea, el tumor, la espera dolorosa en urgencias o el pavor a la muerte. De ahí que las declaraciones de la presidenta andaluza tratando a los protestantes de muñecos que se dejan manipular por quienes intentan "hacer negocio con la Sanidad" no convenzan más que a los afiliados a sueldo. Quienes han privatizado, recortado presupuestos y plantilla y empeorado el funcionamiento del sistema hasta expulsar a miles de pacientes han sido la actual ministra de Hacienda (y antigua consejera de Sanidad) y gran parte del equipo directivo del SAS. Lo certifican la experiencia, la información y la Cámara de Cuentas.

Fiel a sí misma y a su incorregible verborrea, Susana Díaz de Vivar, la "ganadora", ha visto reducidos sus votos en las sucesivas elecciones celebradas desde que alcanzó el poder, ha sido noqueada dos veces por Pedro Sánchez y sigue perdiendo batallas como esta después de muerta. Aunque no es menos cierto que Jesús Candel ha convertido en adversarios a miles de personas que fueron sus aliadas y que apuestan, con otras formas, por mejorar la gestión sanitaria. Si la mentira de una tiene las patas cortas, la incontinencia del otro le hace tropezar constantemente. Candel abandera una causa más que justa, su diagnóstico inicial fue certero y su labor como agitador es impagable, pero prescribe un tratamiento imposible: la dimisión de todo un aparato político que sólo caerá en las urnas. Me lo apuntaba un viejo y afamado profesional de la medicina en una comida reciente: o cambia o tendrá que apartarse y dejar negociar a otros. "Candel fue la solución, Spiriman es el problema".

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