Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Capital de las papas a lo pobre

Granada se está convirtiendo en un decorado de cuyo centro huyen los vecinos espantados por el precio de los alquileres

Se acerca el primer aniversario de la detención de José Torres Hurtado que permitió el acceso de Francisco Cuenca a la Alcaldía de Granada y resulta que el PSOE tiene el mismo proyecto de ciudad que el PP: ninguno. A no ser que se entienda como tal la improvisación continua y la condena a seguir viviendo de las rentas del Antiguo Reino, de la Alhambra y el Albaicín que nos dejaron en herencia los musulmanes y de la ciudad cristiana identificada con los Reyes Católicos y Carlos V. Los representantes públicos locales, provinciales y andaluces van de foto en foto, obsesionados con la promoción de una ciudad que ha sido un faro en la historia, que se vende sola y que no necesita de la imagen de ninguno de ellos, ni de los cocineros de Masterchef, para seguir titilando y atrayendo gentes de los más remotos confines del mundo. Lo bueno de esto es que las visitas están aseguradas y, hagan lo que hagan, nunca se equivocan. Y lo malo, que están privatizando a marchas forzadas una ciudad entregada a los hosteleros y el monocultivo turístico. Como Venecia, Granada se está convirtiendo en un decorado, en una ciudad objeto de cartón-piedra de cuyo centro huyen los vecinos espantados por los precios de los alquileres y en el que las terrazas invaden todos los espacios públicos con superficies que superan la de los locales a los que pertenecen.

Granada posee un enorme encanto histórico y arquitectónico, pero, por más que nos engatuse el alcalde, muy difícilmente puede optar a la capitalidad cultural europea. Esta no es ya una ciudad puntera en materia cultural y así lo evidencian todos los estudios que se realizan al respecto. Mientras en Málaga se abren museos, aquí se abren bares sin cesar y se multiplica el número de camareros y auxiliares de cocina, uno de los colectivos profesionales más esclavizados de Occidente, con sueldos míseros, una jornada laboral infinita y contratos eventuales a tiempo parcial. Esa es la única apuesta de nuestros desnortados dirigentes políticos, sean del partido que sean: el empalagoso aumento de las pernoctaciones y la promoción del choto al ajillo, la tortilla Sacromonte, la morcilla de Güéjar, las habas con jamón y las papas a lo pobre. Todo a la sombra de la Alhambra y la Universidad, las joyas que nos legaron nuestros bisabuelos en el mil quinientos y aún antes. Lo saben nada más que dos: los vivos y los muertos.

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