ENTRE las esculturas conmemorativas que decoran el bulevar de la Constitución hay toreros y bailaoras, escritores y políticos. Algunos suscitan manías y otros amores, pero solo dos de ellos tienen siempre en la mano un ramito de flores frescas. Son San Juan de la Cruz y Federico García Lorca, ambos poetas. Desde que el mercado es mercado, la poesía ha sido una parcela ruinosa dentro de la industria del libro. La importancia colectiva y simbólica que el tiempo concede al género es, sin embargo, difícilmente equiparable.

Granada es conocida en casi cualquier rincón del mundo por ser la tierra donde se asientan los cimientos de La Alhambra y los huesos de Federico García Lorca, que no descansan. El propio complejo nazarí puede ser considerado no solo como un palacio y una fortaleza, sino también como uno de los libros más fastuosos jamás concebidos. Sus páginas se abren sobre los muros de mármol y de yeso que cubre una caligrafía minuciosa, allí donde la palabra se confunde con la piedra, quién sabe si la sostiene. Desde los poetas medievales andalusíes hasta el presente, hay toda una tradición poética que hace de Granada un lugar excepcional entre las ciudades más literarias del mundo. Solo en nuestras calles, en nuestras aulas y en nuestros bares es concebible que los jóvenes aspiren a escribir no cuentos o novelas, sino versos. Todo el mundo sabe que, debajo de cada piedra, hay un poeta en Granada. Hasta taxistas poetas tenemos. Esa tradición, no lo olvidemos, también es parte de nuestro capital.

Hace dos años que el Centro Unesco de Andalucía presentó en su sede central de París la propuesta de convertir esta ciudad en la Capital Mundial de la Poesía. La candidatura fue apoyada de forma unánime por la Universidad, la Diputación y la Junta de Andalucía, e igualmente avalada por autores y festivales de todo el orbe. Las 400 páginas del rutilante expediente quedaron sin embargo empantanadas en algún pasillo de la burocracia internacional. Sobre la falta de insistencia en la tramitación ha avisado esta semana Ángel Bañuelos, presidente autonómico del Centro Unesco. A lo mejor podríamos tomárnoslo en serio y pedir de nuevo a las instituciones que resuciten su viejo compromiso. Para impulsar a Granada como una ciudad fuerte en su economía cultural y del conocimiento. Para que llenen nuestras calles los amantes del teatro y de la literatura, de la historia y de la poesía, estudiantes y turistas de todos los lugares del mundo. Que donde otros levantan casinos, recojamos nosotros los frutos de nuestros versos.

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