Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Carmesí

El desembarco sevillano en Interior ha despertado recelos en sectores del Gobierno y del Partido Popular

No daría ni diez céntimos por el futuro político de Gregorio Serrano, a esta hora director general de Tráfico y figura destacada del clan sevillano que llegó al Ministerio del Interior. El que algún medio capitalino ha denominado El monaguillo de Zoido -en la Corte la mala leche se despacha por arrobas y no se conoce ni la piedad ni el perdón- gestionó mal la crisis del temporal de nieve en la autopista de peaje y ha dejado a su ministro, en horas muy bajas desde hace ya un puñado de meses, a los pies de los caballos de la Moncloa. Allí tampoco se conoce ni la piedad ni el perdón, pero el tiempo no se mide por el meridiano de Greenwich, sino por el muy particular y gallego de don Mariano Rajoy, capaz de convertir los días en semanas y las semanas en meses si así conviene.

Este particular cómputo temporal hará que no se produzcan especiales sobresaltos en el cortísimo plazo -o sí, que diría el propio Rajoy- pero o mucho nos equivocamos o Serrano está sentenciado y Juan Ignacio Zoido en algo más que en entredicho. Por dos razones: porque lo de los miles de conductores atrapados mientras ellos estaban de derbi y Reyes Magos en Sevilla no hay forma de venderlo por muchas vueltas que se le quiera dar y porque el desembarco sevillano en Interior ha despertado recelos y algo más en un buen sector del Gobierno, del Partido Popular y de eso que en Madrid se llaman los cenáculos del poder, que vaya usted a saber si no es más de lo mismo con algunos amigos. ¿Han dado motivos Zoido y sus muchachos? Este artículo es, por su propia naturaleza, breve por lo que mejor dejamos la pormenorización para otro día… pero repasen las fotos del 1 de octubre en Cataluña y las del día siguiente en Sevilla y entenderán de qué estamos hablando.

Por centrarnos sólo en el hecho del temporal, si mal hizo Serrano echando la culpa a los conductores, lo terminó de arreglar con su tuit en el que, como decía ayer con acierto Carlos Navarro Antolín en este periódico, se envolvió en la bandera carmesí -que es la de Sevilla para los que lean desde fuera- y utilizó un tono chulesco para justificar lo que no tenía justificación. Cuánto daño ha hecho el teclado virtual del Iphone. ¿Es que nadie le va a decir a nuestros políticos que se lo piensen dos veces antes de darle a la tecla? Lo cierto es que este episodio ha retratado una forma de entender la política impregnada por un exceso de carmesí. Y los excesos, como bien se sabe en la Dirección General de Tráfico, se pagan.

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