Como estamos en las semifiestas del Corpus, donde, además de carocas, antes había diversiones varias, entre ellas ferias de ganado, payasos, espejos deformantes y trenecitos del miedo, donde salían brujas y fantasmas dando escobazos, me permitirá el lector que acuda a una supuesta caroca ficción para lanzar una pregunta de actualidad: ¿Firmarán Sánchez, Junqueras y Puigdemont la independencia de Cataluña tras habérsela concedido al Reino de Granada? Porque los catalanes, por mucho que tergiversen la historia a su capricho y así la impartan en las escuelas, no tienen la legitimidad histórica, como ente soberano, que posee el Reino de Granada, con los árabes, primero, o desde la división de reinos que hicieron los Reyes Católicos, respetando sus atribuciones y supremacías, hasta la reforma provincial que se le ocurrió al motrileño Javier de Burgos en 1833.
Los que no somos nacionalistas, aunque sí creamos en las peculiaridades de territorios y gentes, no podemos aceptar que unos obtengan beneficios -porque chantajeen a los gobernantes de turno, sobre todo si a estos sólo les interesa mantenerse en el poder, al precio que sea- y otros se vean asidos al bamboleante furgón de cola, despreciados hasta el punto de que el presidente del gobierno central limpie cuidadosamente la alfombra para recibir con todos los honores a recién designados presidentes de la Generalitat -antes Torra, ahora Aragonès-, mientras el andaluz lleva más de dos años sin ser recibido en la Moncloa. Por supuesto, Andalucía y, especialmente Granada -que tampoco parece importarle a la capital autonómica, Sevilla- no cuentan para darles votos en el Parlamento, donde están los trapicheos de la feria de ganados.
Es verdad que en Granada, por fortuna, hasta ahora, no tenemos 'presos políticos' o 'exiliados` a los que tenga que indultar o amnistiar Sánchez. Ya se acepta que a esa mesa de extremas exigencias nacionalistas -llamada 'diálogo'-se puede sentar, junto al presidente de Gobierno, el reo Junqueras, no se sabe si antes o después de ser indultado o amnistiado, con su lema irreductible de la independencia de Cataluña. A la mesa del juego de la güija podrían unirse otros exiliados que tendrían libertad de movimiento en el país del que huyeron, tras sus graves delitos, y han estado insultando por toda Europa y el mundo, caso de Carles Puigdemont. Todo, justificado y camuflado en el bien común, del país en su totalidad o del que van a repartirse como una tarta de chocolate -los vascos, entre otros, esperan su porción-. Así que, visto lo visto, ¿quién puede impedir al Reino de Granada, resurgir de sus cenizas, como Ave Fénix, y pedir su trozo de la tarta nacional?
Perdonen, esto es sólo una caroca ficción.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios