Aunque el título parezca el nombre de una película perdida de David Lynch, en realidad es la conjunción de dos palabras que están en boca de la gente en Granada. Por un lado, decimos adiós a los carriles amarillos exclusivos por esa genialidad política que ha decidido acabar con la medida que supuestamente iba a mejorar nuestra calidad del aire. A la vez, sabemos que lo de la contaminación va a peor. Esperamos, como ha pedido un concejal, no mucho gasto ahora en señales y pintura por parte del Ayuntamiento. Otro ejemplo del descrédito que tienen los representantes políticos es el de la vacuna. Nadie se fía. Y razones no faltan. La picaresca y el egoísmo son dos lacras que este país no ha erradicado ni tiene pinta de que consiga erradicar. Con lo cual, y visto lo visto en las últimas semanas, hay recelo sobre si se están utilizando ciertos poderes y ciertas influencias para ser los primeros. En definitiva, vamos en el carril directo a ser una sociedad más imperfecta y menos digna después de todo esto. ¡Vaya sorpresa!

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