La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Casado aparca a Soraya

Pablo Casado ha integrado al 'sorayismo' desactivándolo: cargos de segundo nivel y sólo para los secundarios

Ni en la derrota ha sido humilde Soraya Sáenz de Santamaría, y eso hace pensar lo poco generosa que habría sido si llega a ganar las primarias. Cuando quedó en cabeza en la primera vuelta pretendía aplicar el criterio de dar el poder a la lista más votada (la suya); en cuanto perdió la segunda vuelta se acordó del criterio de la proporcionalidad: quería el 43% de los puestos en el nuevo comité ejecutivo, el mismo porcentaje de votos logrado por su candidatura.

Como es lógico, el candidato triunfador, Pablo Casado, rechazó rotundamente la exigencia. De haberla aceptado, hubiera consolidado la existencia de una corriente interna liderada por su adversaria, cuyo principal objetivo -perseguido, además, desde dentro, lo cual multiplica su peligrosidad- habría sido conseguir que el propio Casado se estrellara lo más pronto posible y recoger, ella, los restos del naufragio.

Lo que ha hecho el más joven de los Pablos de la escena nacional ha sido integrar arteramente al sorayismo vencido mediante un procedimiento que lo desactiva: ha metido en la dirección a una decena de seguidores y propagandistas de la ex vicepresidenta, pero siempre de segundo nivel y siempre en cargos secundarios (salvo una Cuca Gamarra, vicesecretaria de Política Social). Lo contrario que con el cospedalismo. La ex secretaria general no dudó en volcarse a favor de Casado, más que nada por las teorías del enemigo principal y el mal menor: se había enfrentado a él en primera vuelta, y fue derrotada, pero lo importante en la segunda era impedir el éxito de ella (Soraya). Cospedal ha sido recompensada. También los suyos han recibido diez puestos en el comité, pero entre ellos hay tres vicesecretarios, de un total de seis, y la portavoz del grupo parlamentario del Congreso.

Casado ha impuesto, pues, una integración controlada, fruto a la vez de una generosidad desconfiada y una inteligencia pragmática. Su núcleo duro, durísimo, se reduce a él mismo, el vicesecretario Javier Maroto y el teórico número dos, el ignoto Teodoro García, 33 años, campeón mundial de un subdeporte asqueroso, pero también teleco y doctor en robótica. Un cerebrito. En Andalucía ha suavizado el castigo a Javier Arenas, portavoz adjunto en el Senado, y ha concedido un apoyo condicionado a Juanma Moreno. Condicionado a que gane las elecciones autonómicas o, al menos, a que no se vea superado por Ciudadanos. Eso sería su tumba.

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