Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

'Català a la universitat'

EL conseller Huguet vuelve a promover la obligación de la lengua autóctona a los profesores universitarios de Cataluña. Una medida que, de ser aprobada, daría munición a quienes enarbolan la pancarta del separatismo anticatalán. La vitalidad de la lengua española no está en cuestión y su expansión tiende al 10% de la población mundial. Desde la consciencia de esa fortaleza, se puede entender que la Generalitat trate de evitar, al parecer con un celo excesivo, la erosión del primer argumento fundacional de la identidad catalana. Los presupuestos de su política lingüística superan a los del Instituto Cervantes, que cuenta con más de setenta sedes en el mundo.

Llevar la obligatoriedad al ámbito académico es un despropósito, al margen de lo injusto que pudiera resultar que los profesores catalanes circulasen sin dificultad por todo el sistema, mientras los del resto de España tuviesen problemas para acceder a las universidades catalanas. La universidad, con sus defectos, no es un escenario fácil para la teletienda. La reflexión crítica es refractaria a la grosería argumental de la clase política. Un profesor barcelonés, nacionalista moderado, comenta: "Durant el franquisme, havíem de sortir a l'esbarjo [al recreo] per poder parlar en català. Què està passant ara? El contrari? No és així com es defensa el català".

Uno de los problemas para la circulación del conocimiento radica en que la lengua española es limitativa y precisa de una extensión bilingüe que, hoy por hoy, es el inglés. Más grave que la conocida brecha digital son las brechas lingüísticas que reducen la capacidad de acceso a las fuentes del conocimiento y la innovación. Se entendería mejor la exigencia bilingüe -español-inglés- a los docentes de todo el sistema, y el fomento de la enseñanza en aquellas lenguas que cumplen el objetivo de comunicar más información a más destinatarios.

Alumnos latinoamericanos de tercer ciclo y Erasmus europeos que vienen a Andalucía confiesan que preferirían haber ido a Cataluña, pero que no lo hicieron por las dificultades idiomáticas (ciertamente menores). Existe la sensación de que sucesivas vueltas de tuerca del nacionalismo han dado un toque provinciano a Barcelona, que ha perdido su condición de capital cultural en favor de Madrid.

Probablemente, el decreto nunca vea la luz. Pero no será la última tentación. Tendremos tiempo, de aquí a finales de noviembre o comienzos de diciembre, para descubrir la mediocridad del discurso político d'aquesta i d'aquella part de l'Ebre, con argumentos que obligarán a los cosecheros de cava a bajar los precios un fin de año más…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios