La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Cataluña batasuna

Han aniquilando el escaso prestigio que ganaran cuando pusieron a hervir su independencia sin más razón que sus sueños

El arraigo de la razón pareciera de escasa enjundia cuando para su implantación y cosecha son necesarios redaños y no los años. Es poco atractivo el argumento de convicción indepe cuando hace de la ira su razón política para instaurar la violencia que someta al otro, y obligarlo a caminar por las insondables vías que propone "el procés" catalán.

A Cataluña le han cogido el paso los violentos del soberanismo regional, y la están batasunizando los legos e irrefrenables mindundis de la inmersión lingüística y educativa, lanzando adoquines contra trabajadores de pico y pala diarios.

A sus líderes políticos de 10.000 euros al mes de salario, coche oficial, mansión pagada y garantizado retiro pensionado, les vienen de maravilla los comandos de acción y sus barricadas, para lograr fuerza, o eso piensan ellos, en su declaración de guerra a la nación española. Olvidan que las batallas contra el Estado siempre tienen el mismo vencedor: el Estado. Que pregunten si no a ETA qué logró Euskadi tras constantes y violentas décadas de agresión a España, y casi 900 muertos enterrados.

Puigdemont, Torra y la CUP han reconducido al lanar hacia el batasuno mundo de las pedradas, los cócteles molotov y petardos de última generación, para que su rebelión institucional les permita seguir escondiendo corrupciones pretéritas, mentiras presentes e inalcanzables sueños futuros. Esos que les permitieran ser parte de la historia de una república neonata.

A la violencia de las calles no se llega si no hay antes quien azuce el desmadre desde las instituciones regionales. Generalitat, ayuntamientos, partidos políticos, sindicatos… son corresponsables de narrar un relato falaz, profundamente ideologizado y falso, contrarío a la legalidad democrática, una ensoñación -que dice el TS- con la que lograr que emerjan los más bajos instintos de la masa, y conducirla cual martillo cayendo sobre la cabeza del clavo, e intentar agujerear así la solidez del Estado constitucional y democrático.

Y ahí tenemos a la Catalunya dels somriures levantando las calles de noche, quemando contenedores sin medida, imponiendo el terror urbano como arma sin urnas, y procurando hundir la economía regional para lograr que unos cuantos soñadores sigan hablando de sus sueños de irrealidad.

Con su violencia han descubierto su posverdad. Y aniquilando el escaso prestigio que ganaran cuando pusieron a hervir su independencia sin más razón que sus sueños. Y los sueños, ya se sabe, sueños son.

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