De Ceniceros al Triunfo

En siete minutos se puede pasar de la euforia a la desolación, o al revés

Entre las callejuelas que unen la Cuesta de la Alhacaba con la Carretera de Murcia vivía hace mucho, mucho tiempo una familia de acróbatas: los Ceniceros. Los Ceniceros eran grandes equilibristas pero tenían mala suerte y nunca los habían elegido para actuar en las fiestas del Corpus.

La elección se realizaba una vez al año en la Plaza del Triunfo. Se hacía allí para recibir la inspiración de la Virgen Inmaculada, cuyo triunfo sobre el pecado dicha plaza conmemora. En realidad la decisión la tomaba el corregidor, un tal Pedro Sánchez, que había tenido en el pasado desavenencias con los Ceniceros.

El corregidor decía basarse para su juicio en el favor popular, aunque este resultaba ser un criterio bastante elástico. Sobre esa base, el corregidor decidía a qué cuadrilla de funambulistas o titiriteros se le daba cada año la oportunidad. A continuación, el grupo elegido debía confirmar lo acertado de la selección actuando de forma impecable ante el exigente público.

Mes tras mes, los Ceniceros practicaban sus acrobacias delante de su humilde casa, ya hiciera calor o frío, luchando con determinación contra su historia y el destino escrito en su nombre. Sin embargo, un año estuvieron a punto de no presentarse. Los más cenizos de los Ceniceros adujeron que era tan improbable que el corregidor los eligiera que no merecía la pena bajar hasta la Plaza del Triunfo. En el fondo, estaban tan acostumbrados a la derrota que temían no responder adecuadamente si llegaba la oportunidad. Sin embargo, se impuso el criterio de los más testarudos y, cuando llegó el día, los Ceniceros marcharon calle abajo, por la Cuesta de la Alhacaba, al encuentro del concurso.

Según Google Maps, de la Calle de los Ceniceros a la Plaza del Triunfo hay siete minutos andando. En siete minutos se puede pasar de la euforia a la desolación, o al revés. En esta ocasión fue al revés: cuando el corregidor leyó el nombre de los elegidos, estos resultaron ser los Ceniceros. Tal fue su alegría que uno de ellos abrazó a Sánchez con enorme efusión, olvidando pasadas rencillas.

Muchos entre el público celebraron esta primera selección como si los Ceniceros ya hubieran triunfado. Estos, en cambio, se concentraban en hacer bien sus acrobacias, con la respiración contenida y un ligero temblor en las piernas. El sol de invierno lucía inseguro sobre la Plaza del Triunfo.

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