Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Este Chernóbil que no cesa

"No recojas flores, no te sientes en la hierba ni bebas agua del pozo", le dijeron a Svetlana en Chernóbil

La escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévich terminó su discurso de aceptación del Nobel de Literatura, en 2015, con esta angustiosa reflexión: "Pero en los tiempos que corren es difícil hablar de amor". Y también dijo: "Así que nuestra vida -¿solo la de los rusos?- se debate entre el caos y el cuartel". Para su libro La guerra no tiene rostro de mujer, entrevistó a cientos de mujeres, del millón de ellas que combatieron eficazmente contra los alemanes en la Segunda Guerra. Aunque apuntó que la guerra es cosa de los hombres. Sí, es su especialidad desde siempre. La de las mujeres: dar a luz y cuidar la prole; especialidad más pacífica, pero tan expuesta como la de combatiente. Así lo confirma el número de muertes en los partos, antes de la penicilina, o en la retaguardia. Los hombres han empleado su fortaleza corporal y su concomimiento de la guerra y de sus añagazas para imponer su hoja de ruta, aunque no dejaron de mantener a la prole y defenderla, dentro de sus posibilidades, de ataques de otros hombres. Llegaron al frente las mujeres, hablando de flores, de amores y de vestidos, envueltas en compasión, pero, y esto es lo preocupante, vencidos los primeros escrúpulos, se convirtieron en guerreros eficaces, disciplinados y violentos. El discurso habla de Chernóbil, y asombra la similitud de aquella catástrofe con la pandemia actual. Se buscaron culpables, se habló de una conspiración internacional, pero, finalmente, las autoridades no tuvieron más remedio que enfrentarse a la radiación nuclear, un enemigo agazapado en los pliegues de la vida cotidiana que mataba indiscriminadamente. A los afectados se les aisló, como ancianos de residencia. Cuenta Aleksiévich el caso de un bombero contaminado en Chernóbil. Se lo llevaron a Moscú. Murió dos semanas después; cuando la esposa intentó verlo, los soldados se le impidieron. "Pero yo le amo", dijo ella; y los soldados: "Este no es ya el hombre que amabas, es un objeto que necesita descontaminarse, ¿entiendes? ". A los que nos empeñamos en seguir escribiendo en estos tiempos, esta mujer excepcional nos echa una mano: "No hemos tenido tiempo para comprender aún -se refería a Chernóbil- lo que nos está pasando, solo tenemos que decirlo". Vocearlo, en un acto de egoísmo inteligente, porque ya sabemos lo árido que resulta este andar solitario entre la gente.

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