Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

¡Chicos, os compadezco!

Los alumnos podrán pasar de curso sin límite de suspensos. Ellos se lo merecen. Sin mérito alguno

Chicos, os compadezco! Lo tenéis jodido. Una aristócrata madrileña creó una fundación para "asistir a ancianos nobles venidos a menos", y le dejó una parte sustanciosa de su fortuna. La bienintencionada dama quizá no reparó en que los viejos hidalgos, por mucho que se les atendiera, ya no podrían ir a más. A vosotros, jóvenes, os bastaría con un empujoncito para ir a más. Muy irresponsables han de ser las generaciones encargadas de prepararos para que progreséis y prosperéis, suministrando herramientas a vuestra envidiable fuerza y alacridad, si, en lugar de hacerlo, obstaculizan vuestro progreso. Pero la cosa pinta mal. La reacción de las autoridades académicas ante el incierto panorama que se os presenta (del que nos acecha a los viejos, mejor no hablar) es penosa, ridícula, suicida. Ponen sobre la mesa el proyecto de una nueva Ley de Educación para que curas y comecuras, con sus viejas e inútiles rencillas ideológicas, distraigan a la población de la realidad: que no piensan dedicar suficiente dinero para investigación ni para educación. Una malsana palabrería, copiada en parte de las leyes anteriores, anuncia que se pretende "modernizar el sistema educativo, recuperar la equidad y la capacidad inclusiva del sistema, mejorar los resultados y aumentar el éxito escolar y estabilizar el sistema educativo como pilar básico de las políticas de conocimiento". ¡Guay! Y para eso (¿?) acaban de decidir que podáis pasar de curso sin límite de suspensos. Aprender sin esforzarse. ¿Tampoco tendréis que aprender a ceder, a pactar, a perder sin descomponerse, a ganar sin humillar? En fin, todas esas pericias sociales que os permitirían chochar con los otros, sin infligirles o recibir heridas mortales. A enseñar eso se dedicaba la vieja escuela. O los viejos ("si quieres saber -¿recordáis?- cómprate un viejo"), e, incluso, los mismos padres, antes de que se pusiera de moda desautorizar a los maestros y disculpar vuestros errores. ¡Os compadezco, chicos!, porque se ha renunciado a educaros. A deciros "no". Pero seguiréis adelante. Sin duda. El mérito será vuestro y del virus que se encargará de negaros cosas y de reducir vuestro arsenal de peluches; no será de vuestros padres ni de los desnortados redactores de leyes ni de vuestros maestros, desautorizados, desactivados y sepultados bajo una montaña inútil de papeles.

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