Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Chiste

Que un cómico pida perdón por contar un chiste de gitanos demuestra la sandez en la que estamos instalados

El hombre es un chiste. El género humano, quiero decir. Desde que se despierta hasta que cae rendido por el sueño (algunos siguen siendo un chiste durmiendo). Los gitanos también. Como lo son los negros, los judíos, los árabes, los chinos, los indios. Y por supuesto los caucásicos. Entonces, ¿por qué molestarse si hacen un chiste sobre uno o algunos de ellos, de nosotros? ¿Qué fuero impide que un cómico haga un chiste teniendo como protagonista a cualquiera? El noventaitantos por ciento del comportamiento humano es de chiste. No hay más que salir a la calle para comprobarlo. La singularidad gitana no es un eximente. La experiencia comienza tras los pasos iniciales con un somero vistazo a la imagen que refleja el primer escaparate ante el que pasamos. He ahí el primer chiste. Bien. El chiste echa a andar y enseguida está rodeado de más chistes. Es muy probable que alguno, si se le hace ver su naturaleza, espete, contrariado y teatralmente muy digno y muy serio, su condición de persona importante. Está usted ante un Chiste Enorme. Y además mal contado, aburrido, pésimo, uno de esos chistes sobrantes que derrumban una juerga y no merece ser escuchado. Y puede ser un patriarca gitano. O un registrador de la propiedad de Santa Pola. O un pregonero sevillano. O un bodeguero de Jerez.

Como chistes que somos tenemos un final nada original. Todos el mismo. Los gitanos también. Tienen idéntico final el chiste del obispo católico y el del clérigo musulmán. Y el de un militar golpista y el de un premio Nobel de la Paz. El chiste de Puigdemont va a acabar igual que el de Albert Rivera (estos dos chascarrillos llevan tiempo surtiendo el efecto de un empacho de garbanzos recalentados).

Que un cómico que ha hecho un chiste sobre ellos tenga que hacer el paripé de pedir perdón al colectivo gitano -por cierto, ¿qué es esto? suena a Big Band rumbera, Colectivo Gitano- dice bastante de la sandez en la que estamos instalados. Argumentar que ese chiste contribuye a la discriminación, marginación, persecución y opresión de una minoría -en fin, que es un acto racista- es una parida. Y las paridas no tienen ninguna gracia. Ocurre, sin embargo, que esto es lo que prolifera. Sí, quizá debería reaccionar sobre la marcha y cambiar aquí, ahora mismo, de opinión: dejar de decir que el comportamiento del hombre, de los hombres, incluidos los gitanos, es un chiste. Porque en realidad es una soberana y monumental Parida.

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