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Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

'Ciberpiquetes'

CUANDO es posible explotar el efecto político de una noticia en la opinión pública, los ciberpiquetes multiplican su presencia en los foros digitales. Se supone que muchos de ellos pudieran ser peones de brega de los partidos. Como saben en las redacciones de los periódicos, las direcciones IP de estos activistas delatan un origen que se repiten una y otra vez. Los ciberpiquetes son especialmente animosos cuando existe la oportunidad de desviar el interés de una noticia hacia un objetivo de confrontación política o contrarrestar, con la agresión al contrario, una mala pasada de la actualidad.

El paro de los controladores aéreos ha sido ampliamente comentado por las audiencias de los medios. Las televisiones entrevistaron a muchos de los afectados, que narraron sus experiencias con detalles y argumentos bien trabados, sin que la tensión emocional les hiciera perder la cordura en el relato o les llevase a caer en los estigmas de la polarización política.

Simultáneamente, en las ediciones digitales de los grandes diarios, se libraba una batalla entre partidarios y oponentes del Gobierno, con escaramuzas dialécticas muy subidas de tono. A las provocaciones de las avanzadillas -"Esto sólo pasa en la república bananera del Zapatero y la pandilla de ladrones socialistas"-, contestan desde la trinchera contraria: "¿Cómo puedes decir eso, si la corrupción os sale por la orejas…?". Desde este momento, la noticia ya es lo de menos y empieza el toma y daca. Los insultos suben de tono y hay que volver a los titulares para recuperar el sentido perdido de la realidad.

La prensa, que pasa por momentos difíciles, tiene abierta una espita que poco le ayuda a paliar la crisis: da cabida a comentarios anónimos. El anónimo, cuando existe plena libertad, es una expresión interesada que se ampara en la oscuridad, y ni siquiera vale para un simulacro de participación. Es difícil entender cómo los periódicos exigen, para publicar la carta de un lector, la identificación de este, y, sin embargo, dan barra libre en sus ediciones digitales a comentarios ruines que expulsan del debate a quienes no soportan el hedor.

En el barullo, los ciberpiquetes insultan, difaman, calumnian e injurian a personas e instituciones, faltas y delitos a los que es difícil dar una respuesta legal. Las expresiones anónimas, de estar movidas por las organizaciones políticas, estarían contribuyendo a aumentar su desprestigio y, de paso, el de los medios que las amparan. Tal vez, estos últimos deberían tomar más en serio la cuestión y exigir a los ciberpiqueteros que se quiten el pasamontañas.

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