Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Cirios de destrucción masiva

Pretenden que les paguemos la limpieza de la cera y que pasemos por alto su permanente toma de la ciudad

Les temo a las masas "empoderadas" más que a una vara verde. Sobre todo si saben de dónde les viene el poder y si están decididas a usarlo. Las masas procesionales (cofrades, en argot), las masas rebeldes, han declarado que se niegan a aceptar las directrices municipales de higiene y aseo de los espacios públicos y amenazan con "plantearse acciones más contundentes", si se les restringe su propósito de pasearse por la ciudad, cuando les venga en gana, con su juego de tronos, iluminados por cirios prendidos que manchan de cera la calzada. ¿Utilizarán los cirios como armas de destrucción masiva de la convivencia? ¿Nos debemos de proteger los ciudadanos menos exhibicionistas? ¿Debemos cerrar nuestras ventanas y esperar a que pase el temporal? ¿Este tipo de temporales pasa espontáneamente sin necesidad de que nadie les ponga freno o va a más? ¿Nos asomamos a las ventanas y les gritamos a la cara, cuando invadan caprichosamente las calles, que se contengan, que se limiten? El "ente" al que le han arrebatado símbolos y liturgias, no pía. No manda. Disimula. Sabe que las masas ya no son suyas. Pero se conforma con el Concordato, con una casilla en la declaración de la Renta y con cobrarles por el alquiler de locales, servicios y complementos. Y si hay que decirles una misa, pues se les dice, que la visibilización, bien vale unas misas. A estas expresiones de piedad popular, en tiempos, se las tenía más o menos controladas. Cuando la iglesia disponía de hogueras y torquemadas. De vez en cuando se quemaba a una bruja, para que se viera quién mandaba y se adoptaba una actitud condescendiente con el pueblo llano que llenaba iglesias y cepos. La religión era entonces el opio del pueblo. Ahora las masas son el opio del clero. Y se las convoca, como sucedió cuando vino Benedicto XVI a Madrid y se invitó a 15 cofradías para arroparlo. O se les permite celebrar ceremonias como las de la primera comunión, vaciadas de su sentido original, y que son, cada vez más, "liturgias" de escenificación del progreso social de las familias. Las masas ciriales saben muy bien que dan votos y que sus evoluciones atraen a turistas y dan dinero. Son conscientes, y así lo proclaman, de "la importancia de las hermandades y cofradías en el tejido económico y social de la ciudad". Torres Hurtado concedía medallas a la Virgen y, en Cádiz, el alcalde de Podemos, acaba de hacer lo mismo. Andalucía ha dejado de ser católica. Sin otros pontífices que no sean los elegidos por las cofradías y con el clero como comparsa. La prueba: lo que era una religión para la escasez y el sufrimiento, se ha convertido en un ramillete de prácticas sociales encaminadas al disfrute de las masas. El cambio: copernicano.

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