Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Citas a ciegas

Pienso escatimar en citas de autores clásicos, que no hay en la vida nada, como el coñazo ser pedante en Granada

Amis cortas luces, las religiones del libro (cristianismo, judaísmo e islamismo) nos han convertido en seres referenciales. Siempre que podemos, respaldamos nuestras opiniones con algunas citas, no de Dios, que esas se las quedan los intérpretes titulados del Corán, de la Biblia o de la Torá, pero sí con referencias a autores clásicos que refuerzan nuestras argumentaciones con sus textos. En ciertas cadenas de televisión, simpáticos predicadores les dicen a unos fieles, reunidos en asamblea, cómo tienen que filetearles la pechuga de un pollo, citando versículos bíblicos. Como si los libros sagrados acabaran de ser escritos ayer y sus consejos fueran aplicables al "no-mundo" de hoy. También es cierto que no son tantas las cosas que a un humano de hace 25000 años, o de hoy mismo, le pueden suceder a lo largo de su efímera vida. Nacemos, crecemos, nos peleamos con nuestros padres, comemos, si hay de qué. Acumulamos bienes, por miedo a que escaseen, o por puro vicio; nos sentimos atraídos por personas y nos empeñamos en hacerlas nuestras una vez más; vamos aprendiendo cosas; de jóvenes, nos pirramos por viajar, para conocer el mundo y sus gentes, chocamos con el prójimo, fracasamos, aceptamos el fracaso a regañadientes, empleamos parte de nuestras vidas en fingir éxitos o, si somos indolentes, nos refugiamos en la queja, y sobrevivimos sacándole provecho a los muñones de nuestras desgracias. Y siempre, con la muerte en los talones. Los libros sagrados también hablan de cómo hizo frente, en épocas lejanas, el ser humano a las gabelas inexorables de su condición, y hay una serie de expertos que, apropiándose de las prodigiosas metáforas contenidas en esos libros, viven de su actualización, como cualquier programador de software. Montaigne se dio cuenta de que las referencias bíblicas empezaban a cansar y las cambió por citas de autores greco-latinos. Y Cervantes, ese cráneo privilegiado, se cachondea, inmisericorde, de ellas en el prólogo del Quijote. Las series televisivas me han consolado en estos días de pánico y, como suelo aburrir a mis lectores con abundantes citas, no me ha venido mal que Saúl, el abogado malibueno de una de ellas, me advirtiera de que en los juicios, citar demasiada jurisprudencia puede ser un signo de inseguridad. A partir de ahora, escatimaré en citas. ¡Solo ante mi propia estupidez!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios