Granada es ciudad de muchas cosas, de las mil etiquetas como se la ha llegado a calificar. También de la ciencia, con sus actividades para niños y su apoyo al acelerador de partículas. Y precisamente en la semana en la que se ha constituido el consorcio para el IFMIF-Dones, cuando la provincia se pone a la vanguardia de un proyecto que haga mirar a su economía hacia algo diferente al ladrillo y al turismo, resulta que cuando la ciencia ha hecho falta de verdad, se la ha jugado al Ayuntamiento de la capital. Un fallo informático evitó el primer pleno municipal a distancia, lo cual no deja de ser curioso, pero más que eso, hace indicar que las etiquetas se ganan, no se ponen. Granada tiene unas pretensiones muy importantes, una candidatura a ser un referente científico, una de las mejores escuelas de ingeniería informática y de telecomunicaciones de España y Europa, pero a las primeras de cambio, cuando ha habido que aplicarla de verdad, ha fallado. Si la crisis del coronavirus ha servido para valorar la importancia de los sanitarios, también ha de servir para invertir en toda la ciencia. No basta con poner pegatinas en las calles.

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