Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

bensusan@ugr.es

Ciudad sin ley

El gobierno local no está demostrando estar a la altura ante la crítica situación en la que se encuentra Granada

Fiestas descontroladas, botellones, locales llenos, vías públicas invadidas de juerguistas, peleas… En estos críticos momentos en los que Granada está al borde de ser confinada por las irresponsabilidades de aquellos a los que nada les importa la salud de los demás, nuestra ciudad me recuerda cada vez más a aquélla en la que, hace ya 81 años, el gran Michael Curtiz centraba la acción de su inolvidable Dodge City, ciudad sin ley.

La diferencia es que en el inmortal western, Errol Flynn, junto con Olivia de Havilland, tomaba las riendas del desfase generalizado en Dodge y aplacaba a la multitud enfurecida, mientras que en Granada las riendas las tienen los jóvenes y sus juergas, copas en la calle, bares, pubs y pisos de estudiantes, y el desfase es tan descomunal que volvemos a ser cabecera de todos los telediarios al situarnos entre las ciudades con más contagios por coronavirus de España, con más de 500 por cada 100.000 habitantes, y, siendo España el país con más contagios y muertos de Europa -y del mundo en relación a su población-, la gravedad de la situación no deja a nuestra ciudad precisamente en buen lugar.

Y es que en la crítica situación en la que se encuentra Granada, el gobierno local no está demostrando estar a la altura, y, mientras algún edil habla de eficacia, aunque no se pueden "poner puertas al campo", el alcalde reduce el problema a una puntual anécdota y apela a esa autoprotección personal que a él no le ha dado mucho resultado. Quizás haya seguido sus consejos el parlamentario andaluz del PP provincial que fue el único en ponerse mascarilla en una reunión de 23 personas sin mascarilla. Y la sevillana Junta analizando si la juventud es consciente o no…

Lo cierto es que las imágenes de la calle Ganivet como "ejemplar" epicentro del multitudinario desfase de cientos de jóvenes insolidarios e irresponsables, son absolutamente intolerables, y la contundencia de los políticos debe ser radical. La solución no es ya incrementar el número de policías, sino la rotundidad para que los jóvenes cumplan la ley, y quien no lo haga, que sea multado duramente, ya que está visto que a la gente poco le duele la vida o la muerte de los demás, lo único que le duele es el bolsillo.

Con este vergonzante panorama sin ley para Granada, y con unos políticos ineficaces ante tan graves circunstancias, la ruina de nuestra ciudad -y provincia- está a la vuelta de la esquina.

Urge un cambio definitivo de rumbo en Granada, y como Errol Flynn no vendrá para hacerlo, debemos hacerlo los granadinos ya.

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