Mar adentro

milena Rodríguez Gutiérrez

Ciudad turística

OTRA vez a la Alhambra, no. Eran sus amigos y venían por segunda vez a Granada desde Argentina. Iban a quedarse tres días pues ella los había convencido: Granada, bien lo dice el Ayuntamiento, merece más de una noche. Quería ofrecerles algo distinto, no la típica visita a la Alhambra, que ya conocían. Se le ocurrió que podrían ver ese palacio antiguo y casi desconocido, Dar-al Horra, el palacio nazarí del siglo XV escondido en el Albayzín. Buscó en internet pero no encontró página web del lugar, sólo el teléfono de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía de la que parecía depender el Palacio. Llamó por teléfono y fue también al Patronato de Turismo del Ayuntamiento. En ambos sitios le dieron la misma información: el palacio sólo abría los martes y los jueves de 10 a la 2 de la tarde. "¿Podrían darme un teléfono?", preguntó, pero le dijeron que no había ningún teléfono, pero que no era necesario; que bastaba con ir en el horario establecido (ese horario tan raro).

Ella y sus amigos tomaron varios taxis: a las 11 y 30 del mes de julio el calor en Granada era insoportable. Por fin encontraron la puerta del misterioso palacio, una puerta sin carteles, sin horario, sin información alguna y cerrada a cal y canto. Tocaron muchísimo, pero nadie vino a abrirla. Entre las miradas y comentarios malhumorados de sus amigos ("¿existe realmente ese misterioso palacio del que nadie ha oído hablar o es una artimaña para que los turistas se queden más días deambulando por la ciudad y poder sacarles el dinero?"), ella llamó otra vez por teléfono. Al Ayuntamiento y a la Delegación de Cultura. Explicó lo que ocurría. Dijo que aún no era la 1 de la tarde. Dijo que qué pensarían los turistas de Granada. En ambos lugares pidieron disculpas, muchas disculpas. Se habían equivocado, habían cometido un error. El palacio estaba en obras y cerrado desde el 1 de junio. Además, ya no dependía de la Delegación de Cultura, sino del Patronato de la Alhambra, o tal vez de una empresa privada, Passport Granada. Y no, no sabían cuándo volvería a abrir ni quién podría darles esa información.

No se atrevió a mirar a la cara a sus amigos. ¿Era Granada la ciudad turística que decían que era, esa tan diversa que ella misma les había contado? Caminaron hasta la Plaza de San Miguel Bajo y, allí a pleno sol, se tomaron una cerveza y, resignados, empezaron a planificar la visita del día siguiente a la Alhambra.

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