La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

El Club de las (malas) Mujeres

Hace tiempo escribí sobre el Club de las Malas Madres. Las hay y se reivindican: conscientes de sus limitaciones, de sus tentaciones y de sus contradicciones. Culpables y a la defensiva en soledad; imparables y desafiantes cuando comparten (y hasta ridiculizan) sus miedos. Decididas, fuertes y sin complejos. Subidas a la contagiosa ola del #MeToo. Arrogantes, incómodas y contestonas. ¡Qué nos hemos creído!

No nos perdamos en reflexiones profundas. Lo que les pasa a los de Vox es que tienen miedo: a que les movamos los cimientos; a perder su estatus y quedar en evidencia; a ver fulminada la posición de privilegio y superioridad que han hecho suya desde el origen de los tiempos. La sociedad patriarcal no es ninguna invención: la sufrimos incluso en las sociedades que nos creemos más avanzadas y su defensa es, justamente, lo que subyace en la campaña del partido de Santiago Abascal, Ortega Smith y Francisco Serrano contra las mujeres.

Hablemos claro: su problema no es el feminismo radical; somos todas. Es la conciencia de saber que todo movimiento de "igualdad" supone bajar un plato de la balanza para subir el en otro. Por eso nos retratan (nos ven) como el Club de las (Malas) Mujeres. Y por eso debemos combatir sus posicionamientos aplicando el mismo simplismo y la misma brocha gorda con que ellos alimentan ese populismo que tan rentable les resulta para seguir cazando votos en las calles y en las urnas y para salir en la foto.

Sigamos hablando claro: de eso se trata el órdago contra el PP y Cs dejando en el aire el cambio político en Andalucía. Sus doce diputados tienen precio: aunque sólo sirva para retrasar la investidura de Juanma Moreno como presidente de la Junta.

Los de Vox empezaron hablando tímidamente de la "dictadura de las mujeres", acaban de subir varios escalones atacando a los "lobbies feministas" y las "psicópatas feminazis" -las que no dejan de recibir ayudas inútiles de los fondos públicos- y, siendo realistas, reconozcamos que les ha ido francamente bien en la jornada del 2-D alentando el discurso de las "feministas podemitas": las que se dedican a maquinar maliciosamente cómo aprovecharse de los hombres; las que utilizan las leyes contra la violencia machista para sacar tajada poniendo denuncias falsas, quedándose con la custodia de los hijos y consiguiendo mejores pensiones.

Lo que busca Vox -con la inaudita colaboración del PP de Pablo Casado- es una regresión. No es sólo al juez Serrano a quien le molesta los pasos que se dieron en España con los gobiernos socialistas de Zapatero y no son sólo cuatro machos ibéricos trasnochados los que azuzan el discurso antifeminista. La realidad es que hay disfunciones y mejoras pendientes tanto en las políticas de igualdad -desde el plano laboral y de salarios hasta el techo de cristal- como en la lucha contra el acoso y la violencia sexual que terminan sirviendo de colchón a la demagogia que se expande a golpe de barra de bar. Más aún cuando se amparan en la confortable cotidianidad del micromachismo, ese que amparamos todos sin darnos cuenta en nuestro día a día, y cuando ni siquiera hemos resuelto como país la condición primera de la formación y los recursos.

Volvamos a hablar claro: todo tiene un precio. Real y simbólico. En forma de partidas presupuestarias y en forma de prebendas para ganar la batalla de la opinión pública. ¿Derogar la Ley contra la Violencia de Género? No es el punto 84 del pacto del PP y Cs para desalojar a los socialistas del poder en Andalucía frente al punto 70 del programa electoral de Vox que promete derogar "toda norma que discrimine a un sexo de otro" y promulgar una "ley de violencia intrafamiliar que proteja por igual a ancianos, hombres, mujeres y niños". En el pragmatismo del tablero, cuando se supere la etapa del postureo, se negociará (más en Madrid que en Sevilla y más después de la investidura que ahora) con la letra pequeña de las proclamas efectistas que ahora lanzan los dirigentes de Vox. Con el recorte, por ejemplo, de las subvenciones a organismos y colectivos feministas o con la ampliación de las ayudas por "violencia doméstica" a los hombres.

¿Repetir elecciones en Andalucía? No hay que ser ningún experto en ciencias políticas para saber que es lo último que le interesa a Vox. Pero es hasta legítimo que sus dirigentes lo pongan sobre la mesa para hacer valer el papel de sus 12 diputados. Ya tienen un puesto en la Mesa del Parlamento y una hoja de ruta clara para las generales, las europeas y hasta para las municipales: porque se presentarán allí donde puedan organizar un mínimo equipo.

Por eso sorprende, al menos en estos primeros compases de su estrellato político, que sea tacticismo y estrategia -no inexperiencia y error de cálculo- que se hayan enrocado en una campaña contra más de la mitad de la población, contra más de la mitad de quienes decidiremos su futuro con nuestros votos. Porque, por mucho que les pese, en el Club de las (Malas) Mujeres estamos más. Es una cuestión de números: la misma fría aritmética que decide un gobierno, lo certifica la ciencia y podemos comprobar en los cementerios. Hay países como Rusia en que las mujeres viven hasta 12 años más que los hombres; en España, según los últimos informes, somos seis años más longevas... Y ello al margen de la cultura y el nivel socioeconómico e, incluso, cuando se tienen en cuenta condicionantes temerarios y agravantes como la generalización del consumo de alcohol y tabaco.

Un factor de cromosomas y de biología para el que (gracias a los sabiosmisterios de esa misma naturaleza que nos diseñó como el eslabón más débil) no tenemos ni antídoto ni respuesta. Pero es que, además, se olvidan los de Vox de un pequeño-relevante detalle: no estamos solas. Ya no. En el Club de las Mujeres, las que no defendemos ni más ni menos que la igualdad, cada vez contamos con más aliados del cromosoma Y.

Y esto sí que es un cambio histórico e irreversible.

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