En tránsito

eduardo / jordá

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EN 2010, cuando la Consejería de Educación empezó a repartir ordenadores gratis entre los escolares de 5º y 6º de Primaria, el porcentaje de paro en Andalucía rondaba ya el 26%. Dos años después, por falta de presupuesto, tuvo que abandonarse el proyecto. Y ahora la Consejería de Salud ha tenido que iniciar una campaña de reparto de desayunos y meriendas para unos 50.000 escolares que viven una dramática situación económica. Ese drama es muy real: un profesor me contó hace poco que en su instituto tenían que pagarle el desayuno a un alumno que se había ido a vivir a una chabola. La medida, por tanto, es digna de elogio. Pero lo que llama la atención es que hayamos pasado de repartir ordenadores a tener que repartir desayunos y meriendas. En sólo tres años, por lo que se ve, hemos pasado de ser una comunidad privilegiada, tal vez sólo comparable con Noruega o Dinamarca, a ser una comunidad casi tercermundista de escolares hambrientos.

¿Qué ha pasado aquí? En 2010 se sabía que la crisis económica era mucho más grave de lo que se creía en un principio, así que fue una grave irresponsabilidad repartir ordenadores entre los escolares, porque además ese reparto no atendía a ningún mérito por parte de los beneficiarios ni les exigía ninguna clase de contraprestación. Si se reparten ordenadores, lo lógico es premiar a los alumnos de sectores más desfavorecidos que saquen buenas notas o tengan una buena actitud. Pero ese reparto se hizo de forma indiscriminada, así que benefició incluso a los padres irresponsables que no participan en ninguna de las actividades escolares. ¿Era lógico que esos padres también se beneficiasen del reparto? Parece que no, pero como vivimos instalados en la cultura del igualitarismo a ultranza que prescinde de toda responsabilidad individual o de cualquier clase de mérito, esos ordenadores se repartieron por igual entre los alumnos que saboteaban las clases y los que se las tomaban muy en serio. Y eso, no lo olvidemos, constituye una pésima forma de educar.

El problema es que el reparto de ordenadores respondía a esa política de clientelismo irresponsable que se ha practicado en España durante veinte largos años, tanto a la derecha como a la izquierda. Y así hemos llegado, en sólo tres años, a ver cómo los mismos que repartían ordenadores tienen que repartir ahora desayunos y meriendas entre los escolares que no tienen para comer. Y uno no sabe ya si reír o llorar o aplaudir o tirarse de los pelos. O todo a la vez.

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