Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Comiendo plástico

A base de saber de estas cosas vas creyéndote el discurso apocalíptico de los más agoreros sobre el futuro

Ponerse a ver un documental de los buenos de La2 y empezar a preocuparte por lo que tienes dentro del cuerpo es todo uno. Te pasa si ves el informe de Documentos TV que pusieron sobre la entrada del plástico en la cadena alimentaria. Bien claro lo dice uno de los científicos que rastrean los océanos en busca de los micro plásticos que se come el micro plancton y así de pez en pez mayor hasta que llega a la sartén y pasa al estómago. "En vez de preocuparte por buscar dónde tirar la bolsa del super, al suelo, mejor caliéntala en una sartén y cómetela directamente, pues finalmente acabarás comiéndola de todos modos en cualquier pescado que consumas, así está de contaminada la cadena alimentaria de los desechos plásticos que acaban en el mar".

Al drama planetario invisible y aún poco conocido ya le han puesto el nombre genérico de 'Plasticosfera', un amasijo de células compuesta de organismos vivos que tienen en su constitución misma, en su parte viva de los tejidos, unos micro vibriones, es decir, bacterias que se adhieren a las partículas de plástico, esas que ya están en todo como un silencio virus que todo lo contamina de modernidad. Un asco.

Te quedas con ganas de no probar un mejillón o atún incluso en los próximos años. Te da por pensar cuántos kilos llevas de plástico ya encima, tengas o no prótesis en mamas o en el culo. Y al rato caes en la cuenta de que van a tener razón los perroflautas con su obsesión vegana o en su reivindicación de una realidad alternativa.

Sabíamos que existían extrañas islas visibles flotando en superficie llenas de botellas de agua o de lejía, guantes de lavar o bolsas del Mercadona. También que día sí día también aparecía una ballena o una tortuga con la barriga reventando de trozos de red o tapones de fanta o pepsicola. Lo que aún no sabíamos era que esos islotes-vertedero son incluso el mal menor por visible y manejable frente a las miles de toneladas que llegan a los océanos para convertirse en una letal amenaza microscópica a punto de matarnos a todos.

A base de saber de estas cosas vas poco a poco creyéndote el discurso apocalíptico de los más agoreros sobre el futuro si no damos un inmenso giro colectivo. Nos va la vida en ello, la nuestra y la de nuestras mascotas, esos seres que acabarán siendo a este paso nuestros únicos seres queridos.

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