Comodín franco

Pedro Sánchez se dispone a desperdiciar el comodín de Franco ya para siempre

Nadie niega que la exhumación de Franco es una táctica electoral de Pedro Sánchez o, al menos, lo es el momento escogido, si nos ponemos prudentes. Me interesa que estemos muy de acuerdo en este punto de partida porque sólo así podremos entender el rotundo fracaso de Sánchez desenterrando a Franco. Yo, particularmente, pienso que desenterrar a los muertos es barbarie y que, en este caso, en una basílica y sin permiso del abad, tiene mucho de profanación, además del peligroso abuso moral por el continuo desprecio de la voluntad de sus familiares. Pero todo esto mío lo aparto para centrarme en las reglas del juego según las entiende Pedro Sánchez. Porque las dimensiones de su fracaso hay que medirlas con sus propias reglas.

Él contaba con el comodín de Franco para apuntarse un tanto electoral. Mucho más que un tanto: en términos de la teoría sacrificial del siempre poco leído René Girard, Franco funcionaría como chivo expiatorio con el que Sánchez unificaría en su persona casi sacerdotal a las disgregadas fuerzas de la izquierda y de los nacionalismos díscolos. Sin embargo, en vista de las circunstancias, Sánchez va a desperdiciar su comodín de Franco (cuando le quedan muy pocos comodines, además).

La violencia desatada en Cataluña, contra su policía y contra su sentencia, crean una fractura insoldable entre quienes tenían, en teoría, que celebrar el desenterramiento. Fractura que no sólo no se soldará, sino que quedará más abierta, si cabe, tras la tumba vacía, pues se verá lo profunda que es (la fractura) por lo difícilmente reparable. La misión amnésica de la memoria histórica se evidenciará más que nunca porque todo parece indicar que la salida de Franco va a fracasar como método para que olvidemos el nacionalismo furibundo de estos días ni el pacto del PSOE con esos mismos nacionalismos ni la parálisis del Gobierno ni la dependencia electoral de Sánchez con ERC. Franco no nos va a hacer olvidar nada.

No es el fracaso de un comodín cualquiera, sino del plato fuerte de la Ley de la Memoria Histórica, que a partir de ahora sólo puede decaer o enloquecer de impotencia. En la tumba vacía, por una implacable justicia poética, se van a enterrar todas las maquinaciones para hacer de la historia de España un recurso político.

Cuando no se consigue el fin que iba a justificar los medios, el maquiavelismo desnudo produce un efecto muy decepcionante, pero muy saludable.

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