Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

'Comprad, comprad, malditos'

Coches, ropa, viajes... de más que dudosa primera necesidad vuelven a presentarse como imprescindibles

Los anunciantes vuelven a la carga tras la bondadosa pausa del virus. De nuevo la consigna del "compra, compra" compulsivo se repite como un martilleo en las pausas de los programas. Hubo un breve armisticio de buenismo solidario, de un sorprendente y declarado amor de la empresas a su cliente. Nos necesitaban. Parecían comunas hippies más que motores del sistema productivo. Descubrimos sorprendidos el amor profundo que nos profesaban los concesionarios de coches o las empresas alimentarias, de repente todas super-archi-mega preocupadas por nuestra salud y por recomendarnos las bondades de la familia y el quedarse en casa. Duró poco ese te quiero porque te necesito.

Una vez escuché que ser publicista y de izquierdas es casi un oxímoron. Y algo hay de eso, sí. El mundo de los publicistas me recuerda a aquella película americana tan angustiosa-cruel en la que una empobrecida pareja americana se apunta a un concurso-maratón de baile en el que quien resista más se lleva el premio. Danzad, danzad malditos se titulaba. Tristísima pero recomendable.

La necesidad es el motor. Pero en esta pausa en que el mundo se detuvo literalmente se produjo el espejismo de que unas empresas regidas por la cuenta de beneficios y la optimización de recursos y personas se habían tornado casi unas ong's de un humanismo, todo sea dicho, en el que se les notaba bastante cursis, puede que por la falta de costumbre y también por lo apresurado de tener que montar sus anuncios gente tan poco humanista.

Con la 'nueva normalidad' a una semana vista vuelven a vomitar los eslogan de siempre. Coches, ropa, viajes o servicios de más que dudosa primera necesidad vuelven a presentarse como imprescindibles para seguir viviendo. La inyección de cash que los gobiernos han decidido esta vez hacer (en la anterior crisis se arrodillaron ante de los bancos que se quedaron lo que se les dio y no devolvieron ni el dar las gracias) supone una intervención casi directa del Estado en el flujo económico. No, no es por humanismo tampoco, ojo, que aquí de humanistas andamos muy falticos. Es por dar el dinero a quien lo gasta. Pero ahora tratan de que lo gastemos. De ahí que los anunciantes, a sabiendas de que se van recargando los bolsillos, pugnen por seducirnos. Nos quieren, claro, pero solo por nuestro bolsillo.

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