El cénit del petróleo alcanzado en 2005 implica que el siglo XXI esté caracterizado por una creciente escasez energética (y también de materiales). A los desafíos que esta realidad supone se le suman los efectos cada vez más evidentes de los conflictos socioambientales generados durante décadas de desarrollo. Nos encontramos por tanto en una nueva época, el antropoceno, que nos coloca ante un escenario de colapso para el que debemos prepararnos a través de una transición socioecológica que tenga en los proyectos locales uno de sus principales puntos de referencia. Nuestros territorios deben ser transformados favoreciendo la soberanía energética y alimentaria mediante la producción local de la mayor cantidad posible de los insumos esenciales para la vida. Así las comunidades locales podrán rearticularse y afrontar de manera colectiva este colapso al igual que ha ocurrido en otros momentos traumáticos de nuestra Historia. Cabe destacar aquí la manera en que los pueblos latinoamericanos (por ejemplo el maya) han atravesado diferentes procesos de colapso y cómo han sido capaces de mantener la vida en sus territorios.

El nivel de indignación social en el mundo es creciente dados los altos niveles de desigualdad y los efectos que ya está sufriendo la población por la actual crisis económica y ambiental. A nadie se le escapa que existen vínculos entre esta indignación y las reivindicaciones del movimiento feminista que también está poniendo en cuestión las desigualdades y el incremento de los conflictos socioambientales. En este contexto cobra especial relevancia la síntesis que propone el ecofeminismo como forma de análisis y de construcción de alternativas.

Por otro lado, desde hace décadas los pueblos del sur global (África, Asia y América) están generando un pensamiento crítico que tiene como denominador común el cuestionar las relaciones sociales, económicas, políticas y subjetivas instauradas entre las sociedades colonizadas y las colonizadoras. De este multiverso de propuestas emancipatorias y profundamente sostenibles destacan el buen vivir en el área andina y la comunalidad en Mesoamérica.

Según Floriberto Diaz, pensador del pueblo mixe, dicha comunalidad constituye un modo de vida comunal basado en la tierra (como madre y como territorio); en el consenso en asamblea para la toma de decisiones; en el servicio gratuito como ejercicio de autoridad; en el trabajo colectivo, como acto de recreación; y en los ritos y ceremonias (incluida la fiesta), como expresión del don comunal.

Si les interesa saber más sobre estas cuestiones, les invitamos a acudir al ciclo de conferencias La comunalidad frente al desarrollo que hemos organizado junto con la ONG ASAD del 26 al 29 de Noviembre en la Facultad de Relaciones Laborales de la UGR.

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