Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Comunicación incomunicada

Mi amigo Pánfilo intentó en el metro conocer lo que preocupa a la gente, como si estuviera en campaña electoral

El disruptivo Pánfilo me hace todos los días unos viajes insignificantes, que él considera muy significativos y que, en comparación con los que otros jubilados hacen a Praga o a Pompeya, resultan bastantes fútiles. Picado por el manoseado tópico electoral de que hay que dejarse de tonterías y preocuparse de los auténticos problemas de la gente, Pánfilo pega el oído para enterarse, ajeno a todo provecho electoral o partidario, de lo que verdaderamente preocupa a las criaturas. En sus desplazamientos diarios, anda observándolo todo y luego se empeña en contármelo. Ayer, una mujer en el metro se le quejó de la adicción a los móviles que padecemos. A Pánfilo, le costó trabajo admitir, desde su atalaya de observador, que la mujer sentada frente a él, hija de un marchante de ganado, madre de dos hijos y esposa de un albañil, tuviera hechas reflexiones muy atinadas sobre la incomunicación que los móviles generan en las familias. La mujer hablaba muy alto y él, aunque está muy interesado en lo que piensa la gente, se sintió incómodo cuando los otros viajeros dejaron sus móviles para mirarlos. A la mujer le faltaba una paleta, rota al morder la concha de una almeja de un potaje de fideos, lo que le daba un aspecto desvalido que potenció el sentimiento de superioridad con que Pánfilo suele mirar a los sujetos con los que habla y a los que convierte de inmediato en objetos de observación. Se lo digo y admite que padece una cierta deformación profesional que le viene de cuando recogía materiales para el Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, como aprendiz de dialectólogo de los maestros Manuel Alvar y Antonio Llorente. Visitaron, en los 60, más de 100 pueblos aragoneses. Al llegar a uno de ellos, buscaban a la persona adecuada para rellenar un extenso cuestionario. El "sujeto", como le llamaban los investigadores, tenía que ser hombre, de mediana edad y no haber salido del pueblo. Para pasar el casting fonético, al aspirante no podía faltarle ni un diente. La evidente mella de la inteligente mujer del metro, hizo que Pánfilo se sintiera superior. Ni siquiera se bajó del burro de su pretendida excelencia cuando ella le soltó esta perla, antes de bajarse: "Vivimos un tiempo de comunicación incomunicada que nos aísla a los unos de los otros". Y es que Pánfilo hubiera dado su reino por esta frase.

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