Confesiones a una madre el Día de Difuntos

Hablar con ella es una forma de que siga viviendo en mi corazón, porque los muertos no mueren hasta que no se les olvida

Cada día uno de noviembre el de la fotillo de arriba va a su pueblo a visitar el túmulo donde están enterrados sus padres. Siempre lo hace. Va allí y les cuenta cómo va su vida. Y les habla de sus nietos y de sus biznietos, a los que no llegaron a conocer. A alguno de los lectores esto de hablar con los seres queridos que han fallecido le parecerá una chorrada, pero yo me siento muy bien contando a mis progenitores cosas que me han ocurrido o en qué líos estoy metido. Es una manera más de que ellos sigan viviendo en mi corazón porque estoy convencido de que los muertos no mueren hasta que no se les olvida.

Así que estoy deseando de que llegue pasado mañana para contarle a mi madre que, por fin, he estado en La Cochinchina. Esta confesión tiene su historia. Y es que resulta que cuando era niño y me peleaba con mi hermano, ella, harta del jaleo que promovían nuestras refriegas, solía exclamar: "¡Teníais que estar uno en Fernando Poo y el otro en la Cochinchina!". Mi hermano prefería Fernando Poo y yo la Cochinchina. Tras la imprecación de mi progenitora, yo siempre me preguntaba dónde narices estaba ese sitio en el que ella quería que estuviera. Ahora lo sé. Casi sesenta años después. Acabo de regresar de allí, a donde he ido con una expedición de 33 personas, la mayoría médicos. Viajar con tanto médico te da cierta seguridad: casi todos llevan 'fortasec' en el equipaje. Además de conocer la Cochinchina he tenido la satisfacción de pasar unos días de auténticas emociones con un grupo en el que ha reinado el buen rollo y la camaradería. La Conchinchina se encuentra en la zona meridional de Vietnam y Camboya. Yo tenía ganas de ir por allí para ver la Bahía de Halong porque me ha hablado algunas veces de ella mi amigo el poeta Rafael Guillén. Y a Camboya quería ir para ver los templos de Angkor, que son una maravilla. La ciudad principal de la Cochinchina es Saigón, que tiene diez millones de habitantes y cinco millones de motos. Todo eso le contaré a mi madre el Día de los Difuntos. También le informaré de que mi hermano ya se ha sacado los billetes para ir en la primavera a Fernando Poo. Lo contenta que se pondrá cuando se lo cuente.

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