Conquistar el ayer

El culto moderno a los monumentos es también un culto urbanístico que atañe a la propia naturaleza de la ciudad

Una de las consecuencias de la reciente persecución de estatuas -y también una de sus lejanas causas-, es que hemos vuelto a olvidar el criterio estético, de modo que ya no vemos la escultura o al escultor, sino sólo aquello que, vagamente, simboliza. Esto implica el abandono del mundo contemporáneo en pos de un simbolismo o un alegorismo que se halla fuera, por completo, de los dominios del arte -y también de cualquier consideración histórica-, para caer de bruces en la política. Es la diferencia que va, por ejemplo, entre el notable monumento que Cádiz le dedicó a Moret y la escultura ofrecida a Blas de Lezo, casi tan deplorable como la que se le erigió en Madrid, en la plaza de Colón, frente al lateral del Arqueológico.

Que Blas de Lezo sea un héroe español, azote de los británicos, no autoriza a nadie a infligirle tamaña afrenta, con la excusa de rendirle homenaje. Como nos tiene enseñado Riegl, el culto moderno a los monumentos es también un culto urbanístico, una devoción estética, que atañe a la propia naturaleza de la ciudad. Esto señala a una premodernidad, algo ingenua, que obvia la materialidad y atiende sólo al espíritu. Pero también delata una cierta vocación restrictiva, que recuerda a la persecución del "arte degenerado" por quienes dictaminaban qué era Arte y quiénes son los héroes y los villanos de la Historia. Sin duda, es ahí donde se ha establecido esta batalla, que ultraja el saber histórico en beneficio del oportunismo ideológico. Entre la posibilidad de entender el ayer o utilizarlo políticamente, vale decir, espuriamente, para condenar el hoy, ya sabemos que nuestros próceres e intelectuales no andan muy atinados. Lo cual nos lleva a recordar que Montesquieu justificaba el tráfico de esclavos como una forma de reparar la merma de población americana, fruto de la Conquista. Pero también que Leibnitz pensó que Newton era un retrógrado religioso, a cuenta de su volátil, de su inaveriguable fuerza gravitatoria. En cuanto al fisonomista Lavater, no creía verosímil que Dios fuera tan caprichoso como para introducir el alma del mencionado Newton en la cabeza de un negro.

Quiere esto decir que el revisionismo no debe detenerse en fecha alguna. Eghinardo, biógrafo y mentor de Carlomagno, se quejaba de la perfidia vascona tras su derrota en Roncesvalles, ocurrida en agosto de 778. De modo que el PNV, si se empeña, mandará derribar las estatuas de emperador, vieja flor de la caballería franca, por opresor y, claro, por españolista.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios