RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

La 'Consti' mileurista

LA foto octogenaria, la foto colectiva, la foto de la edad firme y austera, tiene un tono egregio que se acerca más a la verdad de las enciclopedias minuciosas que a la verdad desierta de la calle. Estos treinta años de la Constitución han sido la foto de sus padres, de sus redactores concienzudos, que ahora son abuelos de una criatura díscola con muy buena fachada y una piel interior de razón ética, pero también la foto de una calle que le ha dado la espalda al entusiasmo conmemorativo. La vejez tiene estas cosas, porque se tiene un pie en la vida y otro en la posteridad, pero mientras la vida sigue ardiente, y se sube la falda y luce un piercing, y llena el centro de Madrid el sábado por la noche, y agota las reservas en cualquier restaurante a pesar de la crisis, y coge el coche y carretera y manta, pero sin el pálpito interior de una celebración de treinta años: pero no necesariamente por falta de interés, sino por una normalización de la democracia en España que hace que una fecha como el 6 de diciembre ya sea una costumbre saludable.

Sin embargo, la Consti ahora se ha vuelto mileurista, como todos nosotros, y también sufre la crisis y afronta su presente inmediatez como un interrogante cargado de inquietud política. La Monarquía, ¿es el armazón imprescindible para este equilibrio sostenido, el primero logrado en España durante tanto tiempo? Conceptualmente, no. ¿El futuro de España es republicano? Al menos en teoría podría ser, porque sólo sería cuestión de cambiar una jefatura del Estado por otra, y también un prestigio y unos principios, constitucionales y jurídicos, por otros. En teoría, sí, pero somos de sangre caliente y la teoría nunca ha sido limpia entre nosotros.

Sucede algo parecido con las competencias autonómicas, que parecen desbocarse hacia el disparate nacionalista, hacia Andalucía y Extremadura con un futuro difuso de autodeterminación posible para no perder prebendas oficiales. Diversidad y pluralidad, pero cumpliendo con el artículo 14, el de la igualdad entre todos los españoles, que el actual Estado de las Autonomías ha sacudido con un goteo de perdigonazos. Así lo ha recordado Rosa Díez, esa voz discordante, esa voz única, que ha sido la única, también, en defender la Constitución allí donde no se ha normalizado, donde no se ha hecho costumbre, donde no se han agotado las reservas en los restaurantes ni los viajes de puente: en Bilbao, en un acto de UPD, porque la democracia aún no existe en el País Vasco si no es con guardaespaldas o en silencio. Nuestra Constitución es mileurista, ha ganado peso y también hipotecas, tiene treinta años y ya ha tenido amores y divorcios, y a veces ha perdido hasta la custodia de los hijos: se hace necesario revivir su primera pureza adolescente.

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